Jemmy Button o el costo de la civilización

El costo que ha pagado la humanidad por alcanzar lo que se conoce como civilización es altísimo y lo ha pagado a veces con vidas
Ricardo Sarasty

Por: Ricardo Sarasty.

El costo que ha pagado la humanidad por alcanzar lo que se conoce como civilización es altísimo y lo ha pagado en la mayoría de las veces con vidas y no de una, ni dos o tres hombres o mujeres. Han sido pueblos enteros los diezmados hasta desaparecerlos totalmente, quedando de ellos a lo sumo como huella de su existencia, allí en donde para su desgracia fueron encontrados, tan solo algo de sus enseres y el sacrificio de alguno de sus integrantes para la leyenda, como la de Orundellico, indígena de la etnia de los Yagán, pobladores de lo que hoy se conoce como TIERRA DE FUEGO. Lugar que durante el siglo XIX fue motivo de expediciones, la mayoría de ellas inglesas, alentadas por la curiosidad que ha despertado esta parte del continente americano en atención a su geografía y naturaleza desde cuando Magallanes con sus marineros le apostaron a darle la vuelta al mundo siguiendo esta ruta, dejando anotados en sus relatos de viaje las curiosidades que alcanzaron a ver durante su travesía, entre ellas la existencia de unos seres que no se atrevieron a determinar como seres humanos pero si como muy cercanos a ellos que permanecían semi desnudos a la intemperie en un ambiente cuyo temperatura siempre se mantenía  bajo cero.

De los yaganes hoy se sabe que fue una cultura que se desarrolló en la Patagonia, conocedores del mar en tanto que su vida dependió de los recursos encontrados en él y sus costas. Todas sus técnicas y saberes que les permitía hacerlo estuvieron relacionados con el dominio de ese su entorno, únicamente inhóspito para los ajenos a él. Ellos, que en sus cuerpos pintaban el mapa de las estrellas porque se sentían íntimamente relacionados con el cosmos, de sus antepasados habían aprendido el valor de cada uno de los componentes de su naturaleza y por ello la consideraban sagrada pues por sus virtudes vivian bien hasta que los expedicionarios blancos anclaron los bergantines frente a sus costas y entraron, hasta donde ellos siempre habían estado, a buscar muestras de un mundo que supusieron de interés para las sociedades científicas de Europa y lugar señalado para obrar como salvadores de almas actuando en su papel de emisarios de sus iglesias.

Así fue como Orundellico fue cazado junto a dos aborígenes más por el inglés Fitz Roy, explorador que llegó a la parte sur del continente americano en compañía del naturalista Charles Darwin. Quizá no se lea como correcta la expresión cazado, pero literalmente así lo hizo el explorador que uso como carnada un botón de nácar para, primero atraer al yaganés y luego capturarlo y ponerlo junto a los baúles llenos con muestras de la flora y la fauna recogidas en los lugares visitados. Justificando su accionar como aporte a la ciencia, pues según ellos, con respecto al indígena, en él necesitaban comprobar que tan racional era y si portaba alma. No otro fue el propósito que movió al inglés a llevar hasta Londres a estos nativos yaganes en donde vestidos a la usanza europea, obligados a hablar inglés y a adoptar algunas de sus costumbres, comprobaría que tan humanos eran. El experimento tuvo como desenlace la sola sobrevivencia en Inglaterra de quien fuera conocido desde entonces como Jemmy Button, Button en alusión al botón de nácar.

Luego de que Button fuera sometido a cambiar su apariencia física, a hablar en otro idioma y a seguir los preceptos de la iglesia de la cual Fitz Roy era pastor, el mismo explorador lo devolvió al sitio en donde lo encontró y ahí murió Orundellico aislado porque los suyos ya no lo reconocieron y él nunca pudo volver a sentirse igual a los de su etnia.

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