Los videojuegos son una forma de entretenimiento que ha transcendido hasta convertirse en un estilo de vida. Ya existían los cinéfilos, amantes del séptimo arte; los melómanos, aquellos que disfrutan de la buena música; los literatos, quienes se deleitan con la literatura y los gamers, un grupo selecto de individuos que, de antaño fue un nicho, y que hoy baten una bandera con un joystick en ella.
Si bien los gamers han sido estereotipados como personas con pocas o nulas habilidades sociales, como se evidencia en el episodio «Make Love, Not Warcraft» de la popular serie South Park, basta con mirar algunos de los números que nos arroja YouTube o Twitch. En estas dos plataformas, los creadores de contenido relacionado con videojuegos como el del estadounidense FGTeeV, han generado la impresionante cifra de 47 millones de dólares desde la creación de su canal en YouTube. Ninja, otro de los youtubers más influyentes, generó más de 17 millones de dólares en 2020.
Aunque para muchos esta industria es relativamente joven, se reportó que tan solo en 2022 generó alrededor de 180,000 millones de dólares americanos. Estos datos demuestran que los videojuegos, más que un simple pasatiempo, se han convertido también en una forma muy rentable de negocio. Sin embargo, incluso los gamers profesionales están expuestos a una serie de riesgos que bien podríamos considerar «accidentes laborales». Desde fatiga visual o dolor de espalda, hasta afecciones más graves como tendinitis de bíceps y pulmón colapsado, lo que hace preguntarse ¿será que en un futuro, el acto de sentarse frente a una pantalla y presionar botones de manera coordinada, llegará a considerarse como una actividad de alto de riesgo?
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Los videojuegos tuvieron una niñez complicada
Como mencionamos anteriormente, los videojuegos no llevan mucho tiempo compartiendo con nosotros. En los años 70, por ejemplo, uno de los regalos más codiciados era una Atari 2600 y un cartucho de Pong. Es más, no sería del todo absurdo creer que los videojuegos tuvieron una niñez precoz ya que, tan solo una década más tarde, la industria atravesaría una de las crisis más sonadas y dañinas de su corta historia. Dicha crisis llevó a muchas de las más poderosas compañías a las temidas puertas de la bancarrota. Nos referimos a la terrible crisis del 83.
La mencionada crisis fue ocasionada por la saturación de consolas y videojuegos de baja calidad, como también la preferencia del público hacia los ordenadores personales, los cuales tenían prestaciones mayores en comparación a las consolas caseras. No obstante, todo tuvo su revés gracias al gran aporte que le dio el país del sol naciente a esta agónica industria: la todopoderosa Nintendo Entertaiment System, o la NES.
La pequeña consola, más parecida a una videocasetera gris, vino de la mano de un pequeño, rechoncho y bigotudo personaje que se convertiría no solo en el padre de los videojuegos modernos, sino también en un ícono de la cultura pop; hablamos, como no, de Super Mario Bros.
Super Mario, el padre de los videojuegos modernos
Cuando los videojuegos en los setenta se resumían solo rebotar un pequeño pixel blanco en dos líneas paralelas, con Mario recorríamos todo un universo onírico en el que había setas tan grandes como montañas, recorríamos las nubes recogiendo monedas de oro e irrumpíamos en el castillo de una malvada tortuga con púas en su caparazón para rescatar a una dulce princesa. Con Nintendo, los videojuegos nos hicieron creen que era posible contar una historia, simple, pero historia al fin y al cabo. Hoy en día, ese pequeño ladrillo que Mario puso, se convirtió en toda una Megalópolis en las que las editoras más poderosas no dudan ni un ápice en desembolsar cifras que rebasan los 2,000 millones de dólares, valor que supuestamente han pagado por el desarrollo del súper anticipado GTA VI. Una auténtica locura.
— Rockstar Games (@RockstarGames) December 1, 2023
Atraídos por esa fiebre del oro, aclamados artistas de otros medios como el musical o el cinematográfico, han optado por expandir sus horizontes y probar suerte en el campo fértil de los videojuegos. Bandas y músicos peleando un lugar en la emisora del ya mencionado Grand Theft Auto de Rockstar Games, actores de Hollywood reuniéndose con el excéntrico creativo japonés Hideo Kojima, o compositores de bandas sonoras como Gustavo Santaolalla, de la aclamada Brokeback Mountain, colaborando tanto en el videojuego como en la adaptación televisiva de The Last of Us, nos demuestran que aún hay tela por cortar en lo que muchos consideran como una nueva forma de arte.
De la niñez a una madurez temprana
Gracias a los gráficos hiperrealistas de los videojuegos, cada vez es menos distinguible la línea que separa la realidad de la virtualidad. Muchos de los ingenieros y creativos detrás de estas experiencias interactivas orientan sus esfuerzos para proporcionar experiencias sonoras y visualmente apabullantes para que el jugador sienta que está a bordo de nave espacial, cabalgando un corcel a la puesta del sol o huyendo de una horda de zombies hambrientos. Sin duda, hacer un juego triple a o de alto presupuesto no está al alcance de todos los desarrolladores. No obstante, aún existen jugadores que prefieren propuestas simples y menos pomposas. Es por ello que títulos como Super Mario Bros Wonder siguen cautivando a aquellos que preferimos rescatar la princesa al final del castillo, sin olvidarnos que, también tenemos la opción de recorrer una urbe norteamericana a bordo de un flamante Lamborghini.
No bastaría decir que los videojuegos se han abierto paso: estos ocupan merecidamente un lugar muy especial en nuestra cotidianidad.
Puede que debido al estrés y al poco tiempo libre muchos de los que crecimos en los ochentas y los noventas hemos tenido que dejar de un lado nuestro joystick, pero siendo honestos, algún desarrollador ya habrá pensado en nuestras limitantes y estará maquinando, junto a un equipo de trabajo, una forma de revivir y perpetuar esta pasión que sigue inquietando a nuestro niño interior.
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