Edgar Enríquez

Trabajar no es de niños

El trabajo infantil es un problema que no se ha podido erradicar de nuestra ciudad, donde se presenta principalmente en las plazas de mercado, sin olvidar que en las calles también se ven niños y niñas dedicados a esta actividad propia de los adultos, y ahora más con la presencia de venezolanos. 

Ante esta situación muchos han sido los operativos y campañas que han llevado a cabo las autoridades para erradicarlo, como sancionar a los padres que obligan a sus hijos a ejercer trabajos pesados o a vender alimentos, entre otros. 

En vista de esta problemática las autoridades de algunos municipios del departamento de Nariño, como La Unión, donde se realizó la campaña “Trabajar no es de niños”, contra la explotación infantil, adelantan jornadas para concientizar a los comerciantes sobre el daño que se les está haciendo a los menores de edad al privarlos de que vivan su infancia y estudien, por dedicarse a las tareas que les corresponde a los adultos.

La OIT, Organización Internacional del Trabajo, dice que las peores formas de trabajo infantil son aquellas actividades que esclavizan, maltratan, separan de su familia al niño o niña, lo exponen a graves peligros, su moralidad, seguridad, enfermedades, abandono en las calles, entre otros. Por ejemplo, hay casos en que se ven pequeños vendiendo dulces en los semáforos, incluso después de las 10 de la noche. 

Los niños, niñas y adolescentes pueden desarrollar actividades propias de su proceso de formación y desarrollo, siempre y cuando estas no excedan las 14 horas semanales. Estas se refieren a las tareas de la casa en las que sus padres les piden que ayuden. 

El Código de Infancia y Adolescencia establece que la edad mínima para la admisión al empleo son los 15 años de edad. Y que los adolescentes entre 15 años y menores de 18 años para trabajar requieren de la autorización del inspector del Trabajo o en su defecto por el comisario de Familia. Pero por lo visto, este no se hace cumplir.

La experiencia muestra que el crecimiento económico, ciertamente indispensable, no basta por sí mismo para eliminar la necesidad que tienen las familias más pobres de contar con los ingresos procedentes del trabajo de sus hijos menores de edad, a menos que vaya acompañado de medidas activas para asegurarse de que estas puedan beneficiarse de manera equitativa del excedente de riqueza nacional que se ha generado.

Desde el Ministerio de Trabajo se ha hecho la invitación a los padres de familia de estos menores de edad a que se responsabilicen de su cuidado, les garanticen vivienda, alimentación, estudio y recreación. Sin embargo, cómo pueden asegurarles esas necesidades si la gran mayoría ni siquiera ganan el salario mínimo.

Por: Edgar Enríquez.