Es bella la Navidad, aunque también es una época complicada para quienes han perdido algún ser querido o enfrentan dificultad. Justo por esto, vale la pena reflexionar sobre el verdadero sentido de la Navidad porque al darle su dimensión real, la aprovecharemos al máximo.
La Navidad evoca en todos: los buenos sentimientos, el ideal de la paz y la armonía, la fraternidad y la solidaridad, la importancia de la familia y de los amigos.
Todos quieren ser y sentirse un poco más buenos durante estos días. Las fiestas ligadas a la navidad son relevantes no solamente desde el punto de vista religioso, sino social, a causa del gran movimiento que generan en medio de un clima de consumismo y superficialidad tanto en los cristianos como en los que no son.
Sin embargo, “quienes creemos, celebramos el nacimiento de Jesús, a quien confesamos como Hijo de Dios. Esta es una afirmación que marca una diferencia esencial con respecto a las religiones monoteístas no cristianas. Pero nada más los cristianos afirmamos que ese Dios ha engendrado un Hijo desde la eternidad y que ese Hijo sin dejar de ser Dios, se ha hecho hombre en el seno de una virgen en un tiempo y lugar determinados para salvarnos del mal y donarnos el Espíritu Santo”.
No olvidemos jamás que Jesús vino al mundo como un pequeño niño que desea abrirnos la puerta a nuevas oportunidades y bendiciones. Entendamos y comprendamos que el 25 de diciembre es una fecha que se estableció para recordar a Jesús, para reflexionar y unirnos como familia, a pesar de las dificultades que existan, pero que nos motiva a buscar el bienestar en la sociedad a la que pertenecemos.
¿Qué encontraría Jesús en tu casa si decidiera celebrar la Navidad con ustedes? ¿Encontraría cónyuges enfadados o contentos y unidos? ¿Encontraría padres satisfechos por lo que han logrado o frustrados porque no ha podido dar todo lo que quisieran? ¿Encontraría hermanos que se quieren o que pelean? ¿Encontraría una familia afanada o agradecida?
Ante esa incertidumbre, realmente es el momento de reflexionar sobre la Navidad como un nacimiento, la luz, el inicio de una nueva época cada año. Así como el tiempo fue marcado como “antes y después de Cristo”, nuestra vida tiene cada año un nuevo punto de partida al recordar y celebrar el nacimiento de Jesús.
Si queremos que nos vaya bien el próximo año, si queremos bendiciones, metas y sueños cumplidos, si deseamos alcanzar el propósito de Dios, aquello por lo que nos escogió desde el vientre de nuestras madres, entonces preparemos nuestros corazones y nuestras actitudes en esta Navidad hacia los cambios que sean necesarios para iniciar una nueva vida.
Así pues, para los creyentes este tiempo es un tiempo de celebración del misterio de la irrupción de lo divino en la historia humana, lo cual nos impulsa a la renovación, a que nazcan nuevas emociones y sentimientos en nosotros, y vivir la solidaridad con nuestros semejantes.
Por lo tanto, eliminemos la queja por lo que no logramos, soltemos la frustración y preparémonos para enfrentar los retos que vienen.
Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

