Por: Tatiana Solarte Hoyos.
Uno de los principales objetivos de los padres es cuidar de sus hijos, evitando que sufran algún daño y buscando que sean felices. Sin embargo, ¿Qué pasa cuando ese deseo de protección es tan grande y termina por asfixiar a los niños? Muchas veces querer facilitarles la vida a los hijos, es complicárselas; al caer en la sobreprotección invalidan a los menores, pues no les están permitiendo desarrollar su autonomía y autoestima.
Veamos un ejemplo. Una mamá sale de compras con su hijo y le pregunta: ¿Cuál pantalón quieres que te compre, el verde o el azul?, el niño decide el verde; ella responde, sí, pero mejor te queda el azul, ¡compremos el azul! Aquí, ya se está frustrando la posibilidad de que tome su propia decisión.
Existen niños, quienes no saben cómo reaccionar frente a las bromas de sus compañeros, pues cada vez que los molestan o se burlan de ellos, la madre o el padre están listos para salir a defenderlo, y no le enseñan cómo enfrentar estas situaciones; más adelante, al llegar a la adolescencia, ya no estarán los padres a su lado, y probablemente serán chicos que no sabrán cómo poner límites a sus amigos o no tendrán las habilidades sociales necesarias para reaccionar frente a situaciones incómodas que se les presenten. ¿Notamos el daño que se puede llegar a generar en ellos?
Otro escenario que comúnmente se presenta, es el de los padres que pretenden que sus hijos estén limpios todo el tiempo, si por ellos fuera, andarían con una botella de alcohol para limpiar todas las superficies donde va a tocar el niño, anhelan tenerlos impecables todo el tiempo, no desean que toquen el suelo, que se ensucien, que se mojen, no quieren que cometan ningún error, pretenden que estén quietos todo el tiempo, y los niños son solo eso, NIÑOS, tienen que moverse, explorar su entorno, jugar, ensuciarse, reírse, y de esta manera podrán crecer y aprender.
Finalmente, imagino que ningún padre quiere que pase esto con sus hijos, así que aquí van algunos consejos, los animo a ponerlos en práctica para criar niños felices y adultos competentes:
Deja que se equivoque, enséñale a ser responsable de su salud y de sus cuidados, no le pegues tus miedos, escucha y respeta sus decisiones, anímalo a atreverse, fomenta su independencia, sé un padre guía, deja que enfrente dificultades, enséñale la diferencia entre querer y necesitar.
Es tiempo de practicar el ‘amor responsable’, dando a los niños no lo que piden sino lo que necesitan. Quizás en este momento no sea tan fácil de entender, y hasta la fecha no se hayan hecho las acciones de la mejor manera, pero siempre se está a tiempo para rectificar. Ahora sabrán cómo actuar cuando estén a punto de caer en la tentación de la ‘sobreprotección’.

