Por: Nicolás Escobar Bejarano.
Al momento de escribir la presente columna de opinión, el planeta tierra alcanza los 8 mil millones de habitantes, es decir, en el mundo nacen en promedio 300 niños cada minuto, sin duda alguna damos a luz a un ritmo frenético.
No obstante, lo anterior, la situación se agudiza cuando entendemos que la sobrepoblación es un problema de grandes magnitudes, que nos afecta a todos como habitantes del planeta pues se estima que en los próximos años pasaremos de ocho a diez mil millones de personas, sin embargo, los recursos naturales y alimentos no se multiplican a esa velocidad.
El hombre moderno tiende a querer cada vez más bienestar, ello significa que cada vez más las industrias capitalistas producen diversos objetos para satisfacer ese deseo, por ejemplo, solamente en el año 2018 se ensamblaron cerca de 86 millones de vehículos –los cuales produjeron una huella de carbono de 4,8 Gigatoneladas de CO2- siendo esta industria una de las principales responsables en la actual crisis del cambio climático.
Por otro lado, las granjas y criaderos europeos están utilizando fertilizantes sintéticos que influyen en la cría inadecuada de los animales de consumo – si es que se pueden denominar así-, pues es evidente de que la producción debe ser a gran escala para satisfacer la demanda.
«Estamos en un mundo de la paridera, en donde no cabemos todos, en donde asesinamos a sangre fría todo los que nos resulte diferente y peor aún en donde solo importa consumir sin importar el precio que debamos pagar por ello».
Pero el problema no termina ahí, el irrespeto hacia el planeta tierra no solo se evidencia en la sobre explotación de los recursos naturales sino también en la falta de empatía con los seres con los que convivimos, por ejemplo, el pasado domingo un elefante marino (el mayor pinnípedo que existe en la actualidad y, probablemente, también el mayor que ha existido en la historia del planeta Tierra) fue asesinado a machete en el municipio de La Tola (Nariño); cabe precisar que este animal mamífero se alimenta de cefalópodos (invertebrados marinos) y de algas. El anterior ejemplo más allá de ser condenable es una muestra de nuestra falta de empatía con la biodiversidad.
Decía el escritor Fernando Vallejo que Colombia era el país de la paridera (adjetivo que hace referencia al acto de procrear propio de una hembra de cualquier especie), yo creo que él se equivocaba, pues estamos en un mundo de la paridera, en donde no cabemos todos, en donde asesinamos a sangre fría todo los que nos resulte diferente, aun sin entenderlo, y peor aún en donde solo importa consumir sin importar el precio que debamos pagar por ello.