Este árbol es de la misma especie de aquel de la sabiduría, debajo del cual elucubran sobre asuntos de candidatos y elecciones los que tienen como pasatiempo el de sumar votos aquí y restarlos allá para ponerlos en acullá, todos los días. Así como en los parques solariegos de la costa los ancianos quitan y ponen fichas de dominó, quizá con más diversión, porque los años y la experiencia les ha enseñado a distinguir la realidad del deseo. Pero si se mencionó al árbol de la sabiduría de la plaza no fue sino para mencionar el del clientelismo porque, de no pertenecer a la misma especie, al menos es el mismo pájaro picón el que en sus ramas construye su nido, come de sus frutos y suelta sus eses sobre los que se sientan bajo su sombra.
Solo que este árbol del clientelismo lo cultivan con gran esmero todos los burócratas al interior de las dependencias oficiales para que florezca en época preelectoral, cargue sus frutos cuando comienzan a aparecer los candidatos y es sacudido para la cosecha el mismo momento en el que se inician las campañas. Siendo los frutos de este árbol eso que llaman transacciones al interior del Estado con recursos del Estado (clientelismo) solo que los beneficios de estas transacciones alcanzan a favorecer únicamente a los directos comprometidos en ellas, en detrimento del resto de la ciudadanía en general. No por razones diferentes todas las dependencias en las alcaldías y gobernaciones organizan la feria de los contratos, de los nombramientos, de los traslados y ascensos, con la ganga que garantiza el blindaje de la transacción para la seguridad legal del cliente, pues muestra como visto bueno la marca o el logo del politiquero favorecido. Porque para eso éste ya ejerce su poder y mueve los hilos en las oficinas de control donde ha puesto sus alfiles a trabajar para él y sus intereses.
A esta sacudidera obedece el ruido de hojarasca que se escucha por ejemplo en las secretarías de Educación. En donde a solo 60 días de finiquitar el año lectivo han puesto a los funcionarios a contabilizar las horas de clases dictadas por los profesores en cada institución. Según los funcionarios encargados de esta ardua labor, para saber si se cumple con el decreto
En previsión de las dificultades que en cada lugar de trabajo puedan darse Mintrabajo permite establecer acuerdos para una jornada laboral acorde a las condiciones y requerimientos de cada lugar donde se requiera.
En el caso de la docencia se pueden trabajar contando con una hora clase de 55 más el tiempo de recreo. Distribuyendo así el tiempo laborable la asignación académica corresponde a 24 horas semanales y 1.200 horas del año lectivo. De no ser así en instituciones cuyas características no permiten extender la hora a 60 minutos y contar con una asignación académica de 22 horas surge la necesidad de un docente multifuncional o ‘rapidentrega’. Y ¡oh milagro! el docente está listo para ser nombrado, claro sin medir el detrimento de la calidad educativa. Pero ¿ha importado la calidad en la educación pública?
Por: RICARDO SARASTY

