Así podríamos describir en términos muy simples el centro de lo que el evangelio de este domingo nos enseña. Después de mostrarnos en las semanas anteriores el llamado como discípulos de Jesús a ser buenos samaritanos, a ser personas de oración y acción y a orar confiadamente a Dios, en una relación de hijos con el Padre, en 12,13-21, Lucas nos muestra que estas enseñanzas nos deben ubicar en la correcta relación con las cosas materiales.
1. Medios, no fines
Lo primero que podemos aprender en la escuela de Jesús es que las cosas materiales serán valiosas para nosotros en la medida que nos acercan a Él y nos ayudan a cumplir la misión de hacer presente Su Reino en el mundo, usándolas para servir a los demás, para dejar una huella positiva en el mundo.
El ejemplo que el Señor pone de alguien que le pide ayuda para resolver un problema de herencia familiar, nos hace caer en la cuenta de que muchos conflictos vienen cuando le damos a las cosas de este mundo un valor que no tienen en sí mismos. San Pablo dice contundentemente: “busquen las cosas de arriba, donde está Cristo”. Un claro criterio para purificar nuestra relación con lo material es si estos nos acercan a Dios y a nuestro prójimo o no.
2. Un corazón libre
Como consecuencia de lo anterior, lo segundo que podemos aprender es que, dando a lo material su justo sitio en la vida, evitaremos quedar atrapados y esclavizados por un terrible veneno que nos hace mucho daño: la ambición.
Dice San Pablo que “para ser libres nos ha liberado Cristo”. Y la auténtica libertad es entender que lo único por lo que vale la pena todo esfuerzo es el tesoro mayor y este, para los cristianos es Jesús mismo, pues con él aprendemos siempre a elegir entre las opciones posibles, las mejores, las que nos humanizan y nos acercan a la humanidad de los demás.
3. La verdadera sabiduría
Vemos en el Evangelio que el personaje allí descrito empieza a hacer cálculos desde su presente pensando en un futuro donde toda la seguridad la da lo material, pero olvidándose de que nuestro paso por este mundo es transitorio. En la escuela de Jesús aprendemos que nuestras decisiones, los “cálculos” o mirada de futuro que podamos tener tienen en el horizonte lo eterno, lo definitivo. La mayor aspiración del cristiano es que todo lo que haga y lo que consiga en el mundo sean escalones que le vayan acercando al cielo.
Actuemos con la sabiduría de ver la vida con la lógica de Jesús. Salgamos del utilitarismo materialista al relacionamiento humanista y cristiano.
Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro