En acaloradas y escalofriantes funciones de circo de tercera categoría se han convertido los debates en el Congreso de la República.
Congresistas que en un principio se presentan como unos blancos e inofensivos “corderos”, pretendiendo demostrar que luchan y defienden los intereses del pueblo colombiano, de pronto muestran sus rabiosos colmillos y se convierten en una especie de “feroces hienas hambrientas de poder burocrático y, por ende, político”.
Una vez terminan la función, es decir, las sesiones y detrás de cámaras comparten la mesa para devorar entre todos la misma presa burocrática, condimentada con toda clase de dádivas con olor a corrupción para que satisfagan su desenfrenado apetito y se mantengan contentos con la finalidad de “apoyar” la aprobación de determinadas iniciativas legislativas.
¡Qué falta de respeto! ¡Qué forma tan descarada de casi la mayoría de parlamentarios para abusar del pueblo que un día tuvo la equivocación de elegirlos!
Hoy que están en donde están, caminan como si fueran unos auténticos pavos reales que no miran nada a su alrededor, ni mucho menos atrás porque creen que la gente les es insignificante. No le prestan mucha atención a su grito de angustia y desesperación por vivir un mejor presente y esperar el futuro promisorio.
Con todo lo que se observa semana tras semana, parece que olvidaron por completo los compromisos asumidos de propender dizque por una paz con justicia social y equidad. Tal y como se están dando las cosas, se siente dolor de patria al ver a senadores y representantes que más les interesa sacarse los cueros al sol, como se dice en el argot popular, que buscar soluciones acertadas y efectivas a las más apremiantes necesidades que en salud, educación, vivienda, trabajo, etc., padecen una inmensa mayoría de connacionales.
Y, lo que más rabia da es ver al presidente de los colombianos cada fin de semana desplazarse con algunos congresistas fuera de su sede principal para realizar funciones que se denominan “Talleres Construyendo País”, en los que se hacen compromisos de gran envergadura que no se cumplen y en los que sólo se da en el acto cualquier migaja.
Allí presenta a los congresistas como dóciles y obedientes e indicando que lo único que hacen es “trabajar, trabajar y trabajar” denodadamente por la región en donde se encuentran realizando el taller, pero sin que esto sea cierto.
El próximo año se elegirán senadores y representantes y, seguramente, desde ya veremos a muchos de ellos posar de “salvadores del país”, hablando de lo divino y lo humano sobre el trabajo adelantado en el Congreso dizque para propender por el progreso y desarrollo de Colombia; sin embargo, todo esto es una simple y llana mentira.
Pero nunca es tarde para corregir los errores cometidos, en especial cuando se trata de elección de nuestros gobernantes y representantes en las corporaciones públicas. Por ello, ahora más que nunca escuchemos propuestas viables y realizables y en el 2021 procedamos a elegir a gente que de verdad trabaje por el bien del país y no por intereses personales para reivindicar al Congreso como máximo recinto de expresión democrática.
Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

