Dos cosas me han llamado la atención de Juan Diego Gómez, no del político sino del escritor colombiano, que siempre entrega obras con tantas enseñanzas y métodos para aplicar en la vida, conocido más como mentor, calificativo que a veces sin conocer su real significación se le asigna a cualquiera.
La primera por el título ‘El día que Dios entró al banco’ para muchos puede sonar quizá entre lo insólito y lo profano pensando en que Dios es signo de humildad y de pobreza, además, expresión que nunca se ha escuchado entre los creyentes. Pero es el nombre de un libro en el que el autor explica que no es la historia de un rico que regala lo que tiene y se dedica a la oración. No.
Es la historia de una persona que aumenta su riqueza siendo a la vez más espiritual. Luego de obras como: Best-sellers, Hábitos de ricos, Menos miedos más riquezas, Ideas millonarias, Juan Diego sorprende con una revolucionaria combinación de espiritualidad y dinero en la que según él, los dos términos no son excluyentes, sino que se complementan y se nutren mutuamente.
«Debe considerarse al mentor como un ser humano que trasciende en la motivación y puede hacer “milagros” en la persona dice, pero si el discípulo no quiere, no pasa nada».
Con su particular estilo directo, irreverente y profundo, el autor muestra que para crecer económicamente es indispensable cultivar una rica vida espiritual y que ambas cosas no riñen. La filosofía detrás de esta polémica y atrevida forma de vida con su aplicación práctica para que los interesados la vivan. Ese es el propósito de ‘El día que Dios entro al banco’.
La segunda me aclara el concepto cuando define a un mentor y lo grafica como un árbol de sombra amplia, que está en plena capacidad de ser un guía, un ejemplo de vida no sólo de lo que predica sino de lo que hace y esa consistencia entre el hablar y el accionar sirve de faro, de luz para transitar un camino.
Cada año se interesa por ayudar a la gente a fortalecer su proyecto de vida y explicando, con suma alegría y optimismo exclama: “Qué más mentor que Jesucristo, cuyo ejemplo sirvió a la humanidad entera y también para que personajes que de historia se conocen como escépticos o agnósticos, hayan sentido y manifestado su gran admiración.
Es del criterio que lejos de títulos y de posiciones sociales, debe considerarse al mentor como un ser humano que trasciende en la motivación y puede hacer “milagros” de nueva vida en la persona dice, pero si el discípulo no quiere, no pasa nada. El progreso llega dependiendo de quién nos rodea.
Juan Diego Gómez Gómez: ¡qué gran maestro y reconocido mentor!
Por: Sofonías Rodríguez M.

