Ricardo Sarasty

De la resistencia a lo nuevo

Por: Ricardo Sarasty

Luis Carlos López remata el poema dedicado a su ciudad natal, Cartagena, con los versos en los que para ilustrar el grado de amor que siente por ella lo compara con el que se tiene por los zapatos viejos. Es que lo que exalta precisamente en el poema es lo rancio, lo añejo, ese pasado quedado en los rincones de la ciudad, pero también de la memoria quizá como referentes de la grandeza y la gloria del pasado. Este modo de ver y valorar todo cuanto rodea al ser humano desde la perspectiva de los recuerdos es conveniente para mantener presente el origen y comprender por virtud de él muchas de las características culturales que hacen posible la existencia de una nación y el que se puedan reconocer los lazos de hermandad que une a cada hombre, mujer, niño, joven o anciano, como nativos. Claro que el reconocerse mediante un pasado común, en el compartir de tradiciones y sobre un mismo suelo despierta ese gran amor a la tierrita, en el decir de los fervorosos admiradores del lugar de su nacencia o linaje.

Cuando el poeta Luis Carlos López afirma que quiere a su ciudad con un amor solo comparable con aquel se siente por los zatos viejos permite entender primer el sentido del amañarse, término muy colombiano que se utiliza para expresar que la persona se siente a gusto con lo que tiene, en el lugar donde se encuentra o se acostumbrado a las rutinas propias del medio social que lo rodea. Amañarse a los zapatos viejos o a la ciudad es decidirse a no renunciar a ellos en atención a la comodidad ofrecida por ellos al haberse amoldado a los pies, en el caso de los zapatos, en cuanto a los lugares habitados el llegar a ellos no exige contar con referentes nuevos cada y cuando se quiera llegar hasta ellos porque igual cada metro, cada casa o parque se ha marcado en la memoria con un acontecimiento, un nombre cuyo significado se relaciona con la vida personal, aparte de los olores y hasta sabores.

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Sentir amor por los zapatos viejos solo se entiende cuando únicamente se valora la comodidad por sobre cualquier otra condición. No deben ser muchas las personas que disfruten hasta más no poder con la rigidez del cuero nuevo y por más que la nueva forma del calzado les dé distinción a los pies y con ellos a todo el atuendo, adaptar los pies a otro modelo de zapatos aparte de acarrear dolor, fatiga y hasta pequeñas laceraciones, exige alta dosis de tolerancia para aguantar hasta tanto pies como zapatos terminan cediendo a las nuevas condiciones. Entonces el asunto para tener en cuenta   en este punto es que cuando esto sucede los zapatos ya son viejos y han perdido muchas de las cualidades que les permiten cumplir con las funciones específicas para las cuales fueron creados: proteger, abrigar y facilitar el agarre del pie al piso. Calidades y cualidades que, al no tenerlas ya los zapatos viejos, por más amañadores, los convierte en obsoletos y pasan de representar seguridad a advertir el peligro de un accidente.

La pregunta para contestar entonces es: ¿Se puede por simple comodidad desdeñar lo nuevo cuando el cambio exige afrontar los inconvenientes que trae consigo? En el poema el poeta termina declarando el amor que siente por esa ciudad que se va quedando a la zaga de las transformaciones, pero ¿Se puede desechar por amor todo cuanto ofrece mejores condiciones de vida, aceptando que el amor sea el solo acostumbrarse a lo que no demanda renunciar al confort ofrecido por lo obsoleto? Los cambios traen costos y es mezquino renunciar a ello cuando son necesarios.  Feliz año nuevo.