El hambre y la pobreza de las mayorías desposeídas no se encuentran escritas en los astros ni se esconden detrás de viento. Ellas están presentes en la historia de la humanidad produciendo dolor y muerte.
El hambre se halla latente en ese inmenso ejército brazos caídos, los cuales cada mañana observan con estupor que las riquezas de su tierra se concentran, como una maldición, en pocas manos.
Es mucha la gente que no tiene trabajo como producto de las injusticias de un sistema que dicen ser justo y equitativo. “Se instalan nuevas fábricas, pero menos mano de obra parece necesitarse. Sobra gente y la gente se reproduce bajo unas condiciones miserables de subsistencia.
Quienes no albergan el hambre y la pobreza alimentan el vulgar prejuicio que siempre los ha distinguido de decirles a los pobres que su pobreza es el resultado de los hijos que no se evitan. “Se hace el amor con entusiasmo y sin ninguna preocupación, pregonan por todos lados. Y ante la impotencia de multiplicar los panes, hacen lo posible por suprimir los comensales. Combata la pobreza, ¡mate un mendigo!, y así se solucionara el problema”, pretenden hacernos creer.
No son secretas las matanzas de la miseria. Cada mañana y tarde mueren personas víctimas de la desnutrición y otras enfermedades que ésta acarrea. Esta “violencia de hambre” sistemática, no aparente pero real, va en aumento. Y por medio de las ayudas humanitarias se busca combatirla porque cada vez parece ser que se encamina en proporciones alarmantes a causar una muerte en masa, no sólo en otros países sino también en nuestra resquebrajada Colombia.
Por lo general, esas ayudas que nos ofrecen son sólo un nombre pomposo detrás del cual se esconde una realidad miserable, producto de ese “canceroso” egoísmo que tienen las elites políticas y económicas para cometer la sandez de cerrar sus ojos ante los problemas que día tras día agobian a un pueblo que únicamente tiene su fuerza de trabajo para no dejarse morir de inanición.
Los jóvenes se multiplican, se levantan, escuchan lo que les puede ofrecer el sistema; sin embargo, el sistema habla un lenguaje surrealista que propone evitar los nacimientos en estas tierras ricas en recursos naturales, pero que lamentablemente se desperdician. “No olvidemos que el subdesarrollo no es fruto de un obscuro designio de Dios sino del mismo hombre que frente a los demás hombres representa el papel que el lobo tiene entre las fieras”.
Este 7 de agosto se posesiona Gustavo Petro como presidente y tendrá que presentar al Congreso de la República para su discusión y aprobación, el Plan Nacional de Desarrollo, a través del cual pretenderá hacer efectivo el programa de gobierno con el que salió electo.
Y es un anhelo de todos los colombianos, en especial de los de Nariño, que este Plan sirva para forjar un progreso que permita abrir el camino que conlleve a combatir el hambre y la pobreza.
Esperemos que así sea para que no tengamos que decir luego que sólo fue una iniciativa que se quedó en letra muerta, sin permitir al pueblo soberano “vivir sabroso”, tal y como se ha prometido…
Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

