La semana pasada el pueblo de los Estados Unidos estaba aterrado con la masacre en Texas de 18 niños entre los 8 y los 14 años, tres adultos que eran profesores del colegio víctimas de aquel horror. En un período corto relativamente (dicho por el presidente Biden) ha habido más de 200 masacres en circunstancias similares, la última hace 20 días antes que la anterior en un pueblo cercano a Nueva York de habitantes afroamericanos en su mayoría.
Los demócratas están dispuestos, por fin, a limitar el libre expendio de armas automáticas pero con una fuerte oposición republicana.
El estupor crecía en todos los estamentos del país y también del mundo entero. Pensamos que si revisamos la historia de los grandes imperios como el romano, el persa, el de Alejandro, Gengis Kan, también los americanos como el Maya, el Azteca, el Quechua en el sur etc. Antes de su disolución experimentaron características de decadencia que terminaron arruinándolos; justamente aquello es lo que ocurre ahora con una gran nación fortalecida desde la segunda guerra y Europa.
Todas las naciones imperialistas han sido guerreras; En Norteamérica vemos una sociedad con manifestaciones como el bullying en las redes sociales, un coctel de droga, racismo, extremismos y culto al sexo, todo en medio de su poderío guerrero.
En su discurso a la nación después de los acontecimientos dijo enérgicamente Biden: ¡“enaught”, demasiado, ya basta! Pero son signos de una tremenda decadencia donde surgen otras naciones. China que le disputa la supremacía no solamente militar, sino económica, tecnológica, del espacio, que solo hasta hace 30 años parecía impensable que un inmenso país subdesarrollado y pobre alcanzaría a la mayor potencia del mundo. Tal vez todo empezó con la derrota en Vietnam y posteriormente Afganistán. En la antigüedad sobre las ruinas se libraron largas guerras, surgieron nuevas naciones conquistadoras para empezar otro ciclo.
Por: Carlos Álvarez

