La grata convivencia entre los seres humanos no se improvisa, requiere aprender a cuidar una serie de detalles fundamentales para hacerla más amable y cordial. Quizá el punto de partida sea tratar de comprender bien a los demás y adentrarnos en la situación de cada uno.
Ningún individuo es idéntico a otro, cada uno tiene su propia personalidad, su carácter, su temperamento, sus metas e ilusiones profesionales, familiares; sus propios gustos y aficiones. Y es necesario tratar de conocer bien cómo es cada uno para tratarlo adecuadamente, ya que existen personalidades apasionadas, otras detallistas, otras más, frías, cerebrales y metódicas.
Para que se genere una grata convivencia se deben cuidar, en primer lugar, las normas de la urbanidad, de cortesía y de respetar a cada uno cómo es y cómo piensa. Para ello, es necesario conocernos a nosotros mismos, con nuestros defectos y virtudes.
También es fundamental aprender a escuchar. Algunas personas conversan demasiado sobre sí mismas y eso a la larga resulta molesto. Es mejor la labor de escucha, como receptor, para luego poder emitir nuestros propios juicios y opiniones. Es decir, intercambiando serenamente los puntos de vista.
De la misma forma, tal y como se encuentra nuestro país en lo político y en lo económico, el hecho de insistir una y otra vez en algo tan sabido y comentado por los medios de comunicación, no puede ser interesante. Como tampoco el abundar en demasiadas malas noticias, para no pasar de negativos o pesimistas.
Nuestra conversación se debe orientar más bien hacia todo aquello que resulte enriquecedor, llamativo, interesante. De esta forma, surgen intercambios de comentarios alentadores y positivos.
Así mismo, ante la situación general del país, todos debemos hacer un esfuerzo por tratar de exponer temas de conversación constructivos y que aporten ideas e iniciativas creativas.
Es conveniente evitar todo lo que resulte incómodo y desagradable. Por ejemplo: Las críticas mordaces o hirientes, las continuas puyas o las burlas de desprecio hacia los demás. Porque el descalificar a los demás no conduce a nada positivo, sino que crea un mal ambiente y denigra al prójimo. En cambio, las personas que saben reconocer las virtudes, los valores y logros de los demás generan un ambiente amable y cordial.
Es importante tener buen humor. Eso rompe la monotonía, la excesiva solemnidad en el trato y lleva a la sencillez, a la naturalidad y espontaneidad en la convivencia. Se puede decir que es un acto de caridad el brindar un rato de alborozo y regocijo a los demás y el procurar que pasen momentos inolvidables.
En definitiva, para convivir hay que darse generosamente a los demás sin esperar recibir nada a cambio y tener espíritu de servicio para que los demás sean felices.
Por: P. Narciso Obando.

