Luis Eduardo Solarte.

EL DÍA DE LA MADRE

Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

Nuestra existencia está fundada sobre creencias -lo decía el escritor y poeta español Julián Marías- porque son el subsuelo de nuestra vida, por cuanto siempre estamos y contamos con ellas para realizar cualquier actividad.

Sin embargo, las creencias que toda persona posee, han sido difíciles de descubrir porque nadie ha podido penetrar profundamente, en ese mundo turbulento que los seres humanos albergan en su interior.

Únicamente, nos damos cuenta de que en verdad existen cuando observamos sus consecuencias, sus efectos y sus huellas dentro de la realidad; en otras palabras son las creencias «como un barco invisible, transparente, del cual no se vería más que la estela, la huella en el agua cuando ha pasado”.

Hombres, mujeres y niños tienen bien latentes sus creencias para poder soñar con un mañana mejor; estas han sido «inyectadas» principalmente en la niñez por padres, maestros y amigos.

He traído a colación todo lo anterior, teniendo como punto de referencia el Día de La Madre que se celebra este domingo, porque ahora cada individuo mantiene la creencia, que con unas cuantas y expresivas tarjetas, una exquisita comida, unos llamativos regalos, se podrá recompensar los sacrificios que de una u otra manera las madres han tenido que realizar para el bienestar de sus hijos.

Es verdad que la sociedad de consumo nos ha impuesto ese comportamiento; pero no por ello hay que dejarse absorber por ella para proceder y, por consiguiente, valorar las aptitudes y cualidades que toda madre posee.

A nuestras madres les debemos, quiéranlo o no los escépticos, todos los frutos que vamos conquistando a través de ese arduo y difícil camino que es nuestra existencia porque ellas han tenido siempre el valor de reprochar a  sus hijos cuando lo necesitan y de aconsejarlos cada vez que los principios éticos y morales que les inculcaron tienden a perderse para dejar de ser personas de bien.

Para los hijos, las madres siempre tienen en alto un lema, y este es: «aquí te espero»; es un lema ambiguo se dirá por algunos y lo relacionaran quizás con la pasividad femenina. Pero tal vez significa otra cosa: «Aquí te espero, ya volverás cuando se calme la situación que te alejo, entonces seguiremos viviendo”.

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Por ello, es que se manifiesta que la madre es la única y mejor amiga en quien los hijos pueden confiar por el cariño que les demuestra y la sinceridad con que procede su corazón y su ternura.

Lastimosamente, para muchas madres que han sido y son víctimas de la violencia, que como un cáncer se ha propagado y continúa propagándose en Colombia, el día de mañana quizás será de nostalgia y tristeza por no tener a su lado al hijo que un día salió de casa, pero que jamás volvió por estar muerto o desparecido; pero, lo siguen amando y recordando por haberle podido darle vida.

Y habrá también muchos hijos que evocarán con nostalgia a su madre por no tenerla viva, pero de seguro que ella desde el lugar en donde se encuentre estará velando por ellos y esto tiene que ser un gran aliciente para que sigan adelante con sus proyectos, sueños y esperanzas a fin de no defraudarla.

Finalmente y de mi parte, vaya un abrazo y un sincero reconocimiento para todas quienes hacen honor a su condición de ser madres…

solarpastas@hotmail.com