RICARDO SARASTY

LA ALEGRÍA DE APRENDER

Si después de haber buscado y rebuscado en cuanto libro de pedagogía pudo tener entre las manos, clásicos o contemporáneos, aun no sabe como profesor que hacer para encaminar a la niñez y la juventud hacia un futuro promisorio, alumbrados la ciencia, revise bien, ya no entre la teorías pedagógicas y recomendaciones didácticas, vaya por los lados de las rutinas. Porque lo más seguro es que se descubra en un escenario como el señalado por Don José Martínez Ruiz (Azorín,) en un texto titulado “Los Hombres Del Mañana”, escrito a principios del siglo XX. En él reflexiona sobre la importancia de la educación y la cultura para la construcción de una sociedad democrática, por lo que todo buen político debería ocuparse de su calidad. En consecuencia, con esta apreciación del acto de educar comienza su reflexión con esta afirmación, que por lo sincera hasta pueda llevar a que sea considerada no propia de la realidad, cuando la verdad es que si lo es y por ello se termina por aceptarla a regañadientes, pues todo educador aun en sus cabales  no niega, así sea al final de su trayectoria profesional, que toda pauta pedagógica incomoda, que todo canon y parámetro que obligue a hacer a un lado el transcurrir normal de la vida, confronta y obliga a apartarse de él.

Entonces lo primero por hacer es reconocer que la vida es sencilla, sutil, multiforme, diversa y por lo mismo difícil de encasillar y más aun de someterla de manera inevitable al cumplimiento taxativo de la norma. Ahora, que esta valoración de la vida se logre en el profesor o profesora avanzada la segunda parte del medio día del ejercicio de la profesión, hasta les sirva para entender el porque de su actitud hostil ante todo cuanto pueda relacionarse con sus labores como docente, aunque lo positivo sería que este descubrimiento les sirviera para, al menos, dejar cimentado el espacio para el desarrollo del aprendizaje alejado de todo cuanto se identifique con el tedio, el aburrimiento, la tristeza, el dolor, lo oscuro y el frio. Bien valdría, así sea en el momento próximo al retiro, que el docente y la docente se empeñaran en devolverle a sus vidas el brillo regresando con sus discípulos hacia la realidad, apartados y apartándolos de lo abstracto, de la insulsa repetición de contenidos en tanto que solo producen hartazgo, desgano. Recuerden que la apatía con el aburrimiento son la más grande amenaza del ser humano.

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No existe carga más pesada que esta a la cual se somete a los seres humanos en sitios donde supuestamente se está obligado a conversar, discutir y opinar en tono severo, en obediencia a un falso sentido de la responsabilidad. Será por ello también que, de encontrarse un niño o una niña en estos lugares, se muestran cansados, fastidiados, adormecidos, deslucidos. Por lo que ambientes de este tipo no pueden reproducirse ahí a donde asisten niños y niñas, jóvenes y señoritas animados a aprender, ahí no se deben de ver caras largas con labios apretados y cuerpos crispados sobre graves mesas frías. La historia da a conocer que, en sitios oscuros y fríos, melancólicos, se encubaron los gérmenes de los más feroces enemigos del mismo hombre. No de otros lugares diferentes a estos tétricos antros han salido los tiranos a imponer la total blancura o la ausencia del color en los muros y el vestido. Ahí, en donde se ha obligado a renunciar a la alegría porque el cumplimiento de las tareas impuestas así lo exige, ha crecido y se ha hecho fuerte el resentido, cuya envidia lo impulsa a buscar la eliminación de todo cuanto considere obstáculo para la satisfacción de sus ambiciones. Profesores que la alegría reine ahí donde estén con sus estudiantes. ricardosarasty2@hotmail.com