Padre Narciso

El arte de dar y recibir

La gratuidad es una palabra que nos puede resultar extraña o incluso ajena en un mundo donde todo parece tener un precio o un interés. Sin embargo, la gratuidad es una actitud que nos acerca a Dios y a los demás, que nos libera de la esclavitud del dinero y del egoísmo, que nos hace más humanos y más felices.

La gratuidad se define como dar sin esperar nada a cambio, como un regalo que no busca recompensa ni reconocimiento. Jesús nos invita a amar a nuestros enemigos, a hacer el bien a los que nos odian, a prestar sin esperar devolución.

Para poder dar de forma gratuita, necesitamos reconocer que todo lo que tenemos y somos es un don de Dios, que nos ha creado por amor y nos ha dado todo lo que necesitamos para ser felices. Dios es el que da y nosotros somos solo administradores de sus bienes, que debemos usar con responsabilidad y generosidad.

Dios se da en medio de su Pueblo, que es la Iglesia. Dios se ha hecho historia con nosotros, asumiendo nuestra humanidad, nuestra debilidad, nuestra fragilidad, manteniéndose fiel a pesar de nuestras infidelidades. Dios se da en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, donde nos ofrece todo su Cuerpo y su Sangre, su Alma y su Divinidad. Nuestro dar no puede ignorar esta realidad, sino que debe estar en sintonía con el modo de dar de Dios, que se hace cercano, que se hace pobre, que se hace uno de nosotros.

Dios no pone límites a su amor, sino que se da siempre y totalmente, sin condiciones ni reservas. Dios no se cansa de perdonarnos, de esperarnos, de buscarnos, de llamarnos. Dios es mendigo de nuestro amor, que quiere que le correspondamos con todo nuestro ser. La gratuidad implica imitar esta forma de dar de Dios. La gratuidad implica dar lo mejor de nosotros mismos, sin escatimar esfuerzos ni recursos, sin esperar resultados ni aplausos.

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La razón última de la gratuidad es el amor, que es el motor de todo lo que hacemos y el sentido de todo lo que somos. El amor es el que nos mueve a dar, el que nos hace felices al dar, el que nos une a Dios y a los demás al dar. El amor es el que nos hace gratuitos, porque el amor es gratuito, porque Dios es amor.

La gratuidad no es una pérdida, sino una ganancia, porque al dar nos enriquecemos, al dar nos hacemos más semejantes a Dios, al dar nos abrimos a la comunión, al dar nos llenamos de alegría. La gratuidad es una bendición, porque al dar bendecimos, porque al dar somos bendecidos, porque al dar glorificamos a Dios.

La gratuidad es una realidad, que podemos vivir y testimoniar en nuestro mundo, que necesita de gestos y actitudes gratuitas, que rompan las cadenas del egoísmo, de la indiferencia, de la violencia, de la injusticia. La gratuidad es una fuerza que puede hacer florecer la fraternidad, la solidaridad, la paz.

La gratuidad es una elección, que nos desafía a renunciar a lo que nos impide dar, a lo que nos ata, a lo que nos aleja de Dios y de los demás. La gratuidad es una propuesta, que nos ofrece la felicidad, la libertad, la vida. La gratuidad es un don, que podemos recibir y ofrecer, que podemos celebrar y alabar, que podemos vivir y amar.