Luis Eduardo Solarte Pastás

Un  poder judicial sin confianza

Duele y taladra hasta la médula todo cuanto sucede con la impunidad que se presenta en el país. Colombia, es en los actuales momentos un “cuerpo esquelético y anémico”, porque sus instituciones dizque democráticas han perdido fuerza y vitalidad para brindar una adecuada protección social a sus habitantes.

Durante los últimos años y, sobre todo, cuando el sol se oculta entre las sombras de la noche, nos hemos acostumbrado a observar sin estupor alguno, como los campos y ciudades siguen tiñéndose de sangre.

Sí. Es el color de la violencia. De esa “enfermedad” que nuestros antepasados nos legaron como una maldición. Y la que se encarga con la rapidez que caracteriza al viento de cegar la alegría del niño, los sueños del joven, la esperanza del adulto y los recuerdos del anciano.

Vivimos entre dos Estados que coexisten en un mismo territorio. Y mientras sus defensores continúan obstinados en consolidar sus intereses, millares de inocentes seres humanos caen víctimas de sus patrañas.

“Nunca pensó Montesquieu al sugerir la teoría de la división de los tres poderes del Estado para lograr un equilibrio de los mismos, que en Colombia se entendiera tal tesis como al aislamiento completo del poder jurisdiccional para detenerlo en el tiempo, sin evolución alguna”.

Poco a poco al Estado de Hecho le ha ido ganando la batalla a un Estado Social de Derecho que tiene como finalidad cumplir determinados principios que constituyen su justificación. Es decir, la búsqueda del bien común o la satisfacción de las aspiraciones e intereses colectivos.

Para narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros, parapolíticos, entre otros grupos delincuenciales, la justicia se consigue con dinero mal trabajado, con metrallas y fusiles.

Ante la crisis que atraviesa la administración de justicia la gente le ha perdido confianza porque mientras aumenta la inseguridad pública y la inmoralidad administrativa, la impunidad se acrecienta.

Cada vez que en Colombia triunfa el poder de hecho, lo mejor y casi siempre lo único que se ocurre para aplacarlo, es dictar con acierto o sin él, Leyes o Decretos.

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Muchas de esas normas son Códigos que deben regir unas conductas y que se entregan para su aplicación a un órgano jurisdiccional del Estado, pero el cual ignora muchas veces la razón de ser de dichas disposiciones y mucho menos su aplicación.

Estamos al borde del caos y las leyes son innumerables y crecen en forma geométrica. Mientras en otras partes prefieren obrar sobre el problema aquí en nuestra Patria nos ponen a navegar entre textos y no hacer nada.

Ese derecho así formulado, que no nace de la vida para servirle a la vida, sino que emana de un “legislador sabio para satisfacer la razón”, es el que Ortega y Gasset llamó hace más de medio siglo: “Derecho para un sociedad paralitica”.

Mañana, con asombro y rabia seremos testigos de otros casos más de violencia indiscriminada en este país de contrastes y la impunidad será una especie de norma que tendrán a mano quienes integran el poder judicial del Estado para querer demostrar que aquí no existe nada de que quejarse y que todo es color de rosa porque los narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros, parapolíticos, etc., así les dicen que piensen…

solarpastas@hotmail.com