Juan Carlos Cárdenas Toro

¿Y para qué es el adviento?

Durante el año la Iglesia despliega la vivencia de los acontecimientos fundamentales para los cristianos. Dos son como los ejes sobre los que se mueve la fe: la Navidad y la Pascua.

La Navidad celebra que Dios irrumpió en la historia humana, encarnándose en ella, haciéndose ser humano, para nuestra Salvación. La Pascua celebra que ese Dios hecho Hombre nos liberó del yugo del pecado, entregando su vida en la Cruz, pero al Resucitar, venció definitivamente al mal y la muerte.

Mientras la Pascua se prepara con el tiempo penitencial de la Cuaresma, a la Navidad nos preparamos durante el tiempo de Adviento.

Sin embargo, la sociedad de consumo y una progresiva pérdida de sentido de estas fiestas cristianas, han desdibujado la importancia y el papel de estos tiempos litúrgicos. Por ello, quisiera explicar lo que significa el Adviento.

Empecemos por decir que no. La Navidad no comienza el 1 de diciembre (incluso antes para muchos). La Navidad empieza la noche del 24 de diciembre, cuando celebramos el nacimiento de Jesús. Antes de este acontecimiento hay 4 semanas previas de preparación que es lo que llamamos Adviento.

Adviento, es una palabra que viene del latin (Ad-ventus), y significa llegada inminente. Como tiempo litúrgico tiene la finalidad de ayudarnos a los católicos a tomar conciencia de que Dios viene. Dios es presencia, no ausencia. Y es una presencia que reclama de nosotros siempre buscarla y abrazarla.

Esta presencia inminente de Dios podemos resumirla en tres movimientos:

Dios está presente en la historia humana

Lo ha estado desde la creación del mundo. Pero esta presencia se hizo más concreta a partir del nacimiento de Jesucristo, el Dios con nosotros. A partir de este momento se puede decir que Dios camina en la historia, en la carne de la humanidad.

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Dios está presente en la Iglesia

En ella, Jesús sigue está en los sacramentos haciéndose salvación y consuelo; pero también está en la comunidad que, cuando es coherente, manifiesta que Jesús transforma no solo individual sino colectivamente, haciendo posible sociedades nuevas. Y finalmente, está también en el amor que los discípulos del Señor vuelven concreto por medio de tantas obras sociales, de caridad en favor de los más vulnerables.

 

Dios está presente en el horizonte

Los creyentes no caminamos en una ruta sin destino. Sabemos que estamos llamados a algo más grande, la plenitud de estar con Dios. Y Jesús ha prometido que volverá: por ello estamos llamados a esperarle activamente: comprometiéndonos por un mundo mejor.

Y todo esto tiene sentido cuando no se queda en palabras sino que nos anima a transformaciones profundas.

Por:Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro