Vuelve y juega. Otra vez los camioneros bloquearon el peaje de Chachagüí, y no es por capricho. Es el grito desesperado de una región abandonada por el Estado. El sur del país, especialmente Nariño, sigue padeciendo el deterioro crónico de sus vías, promesas incumplidas y una burocracia que avanza a paso de tortuga mientras la economía regional se asfixia en cada trancón.
El detonante de este nuevo bloqueo: el incumplimiento en los contratos de mantenimiento vial. Mientras las carreteras se deshacen a la vista de todos, el operador del corredor legalizó más de 8.000 millones de pesos. ¿Dónde está ese dinero? ¿Por qué las vías siguen igual —o peor— que antes? Esas son las preguntas que el pueblo exige responder, pero el INVÍAS y el Ministerio de Transporte guardan silencio.
La doble calzada Pasto–Popayán, una promesa de desarrollo y conectividad, sigue siendo un proyecto sin norte. El gobierno nacional lo ha venido retrasando indefinidamente, dejando al sur aislado y a su suerte. Mientras tanto, los vientos del sur, que tanto aportan al país en cultura, trabajo y resiliencia, se quedan atrapados en carreteras taponadas por el abandono.
El alcalde de Pasto, que hasta ahora había sido uno de los más leales defensores del actual gobierno, explotó. Ya no pudo justificar lo injustificable. Apoyó, esperó, defendió… pero se cansó. Vio a su gente bloqueada, al transporte paralizado, a la economía local colapsando, y esta vez elevó la voz contra el gobierno al que tanto respaldó.
Y el gobernador de Nariño, ¿dónde está? En medio del caos, ni apareció en el bloqueo ni se pronunció con contundencia. Se limitó a decir que “espera que su gobierno resuelva”, pero no dijo nada más. Un silencio que duele tanto como los huecos de las vías.
Esto ya no es solo un tema de infraestructura, es una herida abierta en el corazón de Nariño. Las comunidades, los transportadores, los empresarios, todos están hartos. El sur no quiere limosnas ni discursos: exige inversión, cumplimiento y respeto.
Mientras tanto, los bloqueos seguirán. Porque cuando el Estado no escucha, el pueblo grita. Y hoy, el grito viene desde el sur.

