Los fieles católicos estamos llamados a participar en primera persona en la transformación de nuestra sociedad según Cristo, viviendo nuestra identidad cristiana en medio del mundo.
El proceso electoral colombiano es el momento adecuado para hacer que nuestra fe se vuelva inteligencia de la realidad, es decir, que la fe nos ayude a descubrir cómo debemos ejercer nuestro derecho al voto. Siendo fieles a Cristo, descubrimos una guía en los valores que brotan de la humanidad renovada por Él.
El seguimiento de Cristo nos descubre una ética objetiva, racional, razonable y respetuosa. Frente a las elecciones, nuestra conciencia necesita hacer un ejercicio para saber “por quién votar”.
Quienes tenemos el privilegio y la oportunidad de escribir en uno de los denominados medios masivos de comunicación, consideramos que es nuestro deber orientar a los ciudadanos para que participen masivamente y voten con toda seriedad, teniendo en cuenta que hay valores que están fuera de cualquier negociación.
Los católicos podemos dar nuestro voto con entera libertad al partido y/o candidato que, sin contradecir nuestras convicciones morales y religiosas, mejor responda al bien común. Los católicos tenemos obligación de ser coherentes con nuestra fe en público y en privado. Traicionamos nuestra fe si votamos por un partido o candidato que atente -de manera explícita o encubierta- contra la ética cristiana.
Podemos dar nuestro voto a candidatos que, a través de su historia de vida o su ideología: a) respetan la dignidad de la vida humana desde la fecundación y hasta la muerte natural; b) respetan la verdad sobre el matrimonio: Unión duradera y justa entre un varón y una mujer abiertos a la transmisión de la vida; c) respeten la identidad de la familia a través de acciones que protejan el interés superior de los hijos.
Los católicos debemos buscar honestidad en nuestros futuros gobernantes. Exigir que usen con honradez los fondos públicos, combatan con firmeza al crimen organizado especialmente al narcotráfico, y sean “implacables contra la corrupción”, los privilegios y el enriquecimiento ilícito.
Los católicos, si somos fieles a Jesucristo, debemos apreciar principalmente a quienes se comprometan con el respeto al Estado de Derecho, a la justicia social y la paz. Nuestro voto debe ser para quien garantice el orden público, la seguridad y protección de los ciudadanos, sin pasar por encima de los derechos de los demás; para quien realmente quiera ayudar a los más pobres (y no como está sucediendo hoy en día, los considere sólo como recurso electoral), y para quien promueva un auténtico desarrollo integral (más allá del populismo).
Los católicos sabemos que la política es importante pero también sabemos que la política no salva. Con esta perspectiva, estamos llamados a “discernir” para elegir. Un voto libre es aquel que, buscando la verdad y el bien común, no se deja presionar por la dádiva, la amenaza o la conveniencia de grupo. Un voto responsable es el que se ejerce el día de la elección y se cuida a través de la vigilancia ciudadana constante del ejercicio del poder.

