VIDA SOLO HAY UNA

Por: Mauricio Fernando Muñoz Mazuera

En mi época de estudiante de colegio, observe la película “La sociedad de los poetas muertos”. En mi memoria quedo grabada la escena en la cual, uno de los estudiantes del instituto en el cual se desarrolla la trama, decide acabar con su vida, pues no se sentía a gusto con la existencia que llevaba. Esa misma imagen se me vino a la mente días atrás cuando conocí la historia del joven Javier Acosta y su pedido de la aplicación de la eutanasia para segar su vida.

En aquellos hermosos años de colegial, en medio de las charlas propias de los  adolescentes, disertábamos sobre el suicidio, y mis compañeros defendían su postura de que, quien ponía un arma en su boca para acabar con su vida era valiente, por sobre la idea de cobardía que se esgrime entre una buena parte de la sociedad.

Intento comprender la situación de Acosta, y su historia pareciese esa triste narración en la cual, el destino se ensaña en contra de un ser humano y su familia, él sufre un accidente, vuelve poco a poco de esta situación, disfruta un momento agradable en medio de las afujías, y en el medio del mismo, contrae una bacteria que lo postra en la cama, llevándolo a tomar la decisión de culminar con su vida tras la aparición, a posteriori, de un cáncer agresivo y terminal. 

Al igual que intento entender esta historia, también viene a mi mente la historia del Padre Emmanuelle Cueto Ramos de 31 años, quien en el año 2021 falleció tras un cáncer que inicio en uno de sus ojos y que de forma agresiva culmino con su vida y el cual vivió con dignidad y aplomo esta penosa situación.

Los dos jóvenes amaban la vida, pero en un momento, sus caminos se dividieron, para Acosta, la presencia de su hija en su vida, fue uno de los motivantes para tomar la decisión de acabar con su existencia, pues no deseaba que la niña sufriera más, por su parte, para el padre Cueto, la perdida de la visión en sus dos ojos, y la agresividad del cáncer, fueron la forma de encontrar la paz que su alma necesitaba, paz que solo se encuentra al estar cerca al que le debemos la vida, porque eso sí, queridos lectores, el dueño de la vida es Dios, quien de un soplo, todo lo vuelve a hacer.

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La situación de estos jóvenes no solo debe leerse en la clave de este mundo, que rechaza al viejo o al enfermo, debe revisarse con los ojos del alma, eso ojos que el materialismo poco a poco nos han ido cerrando, pero que allí siempre estarán presentes. La vida solo es una, y es un regalo para todos, hay personas que a diario viven calvarios continuos, no saben si probaran un bocado de comida, no tienen ni la mayor idea de cómo lograrán conseguir para su sustento diario, o incluso, no saben dónde van a descansar horas más tarde, pero aun así, la sonrisa siempre la tendrán a flor de piel, y en sus palabras se encontrara paz y tranquilidad en medio del “infierno” que están viviendo.

No voy a decir que la acción de Acosta debe ser condenada, pero si debo levantar mi voz ante quienes ponderan esta decisión por encima de todo como si la única salida para todo es la muerte. No señores, la vida vale la pena vivirla, y ante la cultura de la muerte que se levanta en esta sociedad buscando ser aprobada por todos, hay ejemplos como los del padre Cueto y el de miles de niñas, niños, jóvenes y adultos que reconocen en la vida el regalo más grande de Dios y que debe ser preservado a como dé lugar, porque vida solo hay una.