El mundo observa atónito si Edmundo Gonzales se posesionara como presidente de este país o el usurpador de Maduro continua en el poder.
La mirada del mundo se fija nuevamente en Venezuela, una nación que, en lugar de celebrar avances democráticos, enfrenta la continuidad de un régimen que ha asfixiado la libertad, los derechos humanos y el sueño de millones de ciudadanos. Nicolás Maduro, bajo la sombra de cuestionamientos internacionales, se prepara para ser posicionado como presidente, perpetuando un sistema que para muchos no es más que la prolongación de una dictadura.
El pueblo venezolano, dentro y fuera del país, aguarda con desespero el día en que esta pesadilla termine. Durante años, millones han sido forzados a emigrar, abandonando a sus familias y su tierra natal en busca de oportunidades que les son negadas en su propio país. Los que permanecen en Venezuela luchan cada día contra la crisis humanitaria que el régimen ha creado: desabastecimiento de alimentos, colapso del sistema de salud, y una inflación desbordada que ha destruido el poder adquisitivo de las familias.
La comunidad internacional también juega un papel crucial en este escenario. Mientras algunos gobiernos deciden reconocer a Nicolás Maduro, otros insisten en desconocerlo, recordando que su mandato carece de legitimidad y que las elecciones pasadas fueron marcadas por irregularidades y fraude. Pero, ¿es suficiente este rechazo diplomático? El pueblo venezolano espera más que palabras de condena; necesita acciones concretas que conduzcan a una transición real hacia la democracia.
Maduro no solo ha usurpado el poder; ha desmantelado instituciones, amordazado a la prensa libre y convertido a Venezuela en un centro de control por parte de élites corruptas y grupos armados que operan bajo su amparo. Su permanencia en el poder representa un obstáculo para cualquier camino hacia la reconciliación nacional.
Hoy, el mundo tiene la obligación moral de mantenerse firme al lado de los venezolanos que anhelan justicia, prosperidad y libertad. Los países vecinos, incluidos aquellos que han recibido a millones de migrantes venezolanos, también deben reforzar su compromiso con esta causa. No podemos permitir que la indiferencia legitime la dictadura.
El pueblo venezolano merece un gobierno elegido por y para ellos, no un tirano que se aferra al poder a costa de su sufrimiento. La historia nos enseña que ningún régimen autoritario es eterno. Maduro también caerá, y con él, la oscura noche que ha cubierto a Venezuela durante demasiado tiempo. Hasta entonces, la resistencia y el clamor por una Venezuela libre deben seguir siendo nuestra bandera.
Embutido
¡Que este llamado se escuche en cada rincón del planeta! Venezuela merece recuperar su democracia, y el dictador merece el juicio de la historia. . Los países vecinos, incluidos aquellos que han recibido a millones de migrantes venezolanos, también deben reforzar su compromiso con esta causa. No podemos permitir que la indiferencia legitime la dictadura.

