La crisis aérea que golpea a Venezuela se profundizó esta semana tras los recientes anuncios de la administración de Donald Trump, que dieron paso a la suspensión masiva de vuelos y dejaron a cientos de pasajeros varados en distintos aeropuertos del mundo.
“Cuando ya estaba en la puerta del avión me informaron que el vuelo estaba cancelado. No sé cuándo podré volver”, relata Juan Carlos Rodríguez, uno de los venezolanos atrapados en el aeropuerto de Madrid-Barajas desde el 24 de noviembre. Su testimonio refleja la incertidumbre que viven quienes dependen de una conexión aérea que, en cuestión de días, se ha vuelto extremadamente limitada.
Un país casi sin aviones sobrevolándolo
Todo comenzó el 21 de noviembre, cuando la Administración Federal de Aviación de EE.UU. (FAA) pidió a las aerolíneas extremar precauciones al volar sobre Venezuela y el sur del Caribe, alegando “riesgos potenciales en la región”.
La advertencia desencadenó la suspensión de vuelos por parte de ocho aerolíneas internacionales, a lo que Caracas respondió retirándoles los derechos de tráfico aéreo a seis de ellas.
La tensión escaló aún más cuando Trump declaró que el espacio aéreo “sobre y alrededor de Venezuela” debía considerarse “cerrado por completo”. El gobierno venezolano calificó la medida como una “amenaza colonialista” y aseguró que activaría mecanismos internacionales para revertirla.
El resultado fue inmediato: el tránsito aéreo se desplomó. Entre la tarde del sábado y la mañana del domingo apenas se observaban, en portales de monitoreo, unos pocos aviones sobre territorio venezolano, en su mayoría vuelos domésticos o privados.
Durante el fin de semana, solo dos aerolíneas extranjeras —COPA y Wingo— mantuvieron operaciones. COPA siguió con dos vuelos diarios entre Panamá y Caracas, únicamente en horario diurno, y Wingo continuó su ruta Bogotá–Caracas. La aerolínea Boliviana de Aviación también mantuvo la venta de boletos hacia Maiquetía.
De casi 100 operaciones previstas para el domingo, solo 20 fueron internacionales y apenas seis de ellas correspondían a compañías de otros países. La caída ha sido pronunciada: de 105 vuelos semanales habituales, el país pasó a 79, una reducción cercana al 25%.
Pasajeros a la deriva y respuestas insuficientes
Aunque la vicepresidenta Delcy Rodríguez anunció un “plan especial” para repatriar a los venezolanos varados, no se han detallado acciones concretas.
Los testimonios reflejan abandono. “La aerolínea no se ha hecho responsable ni ha dado asistencia. Incluso enviaron a un grupo a Medellín para que desde allí resolvieran cómo llegar a Venezuela”, denuncia Rodríguez desde Madrid. Varios afectados han tenido que acudir a refugios y ayuda de la Cruz Roja española por falta de recursos.
Otros viajeros, como el español Luis Morales Peix, han gastado miles de dólares intentando salir de la situación: “Me dicen que espere, que me reembolsan o que vaya a Bogotá a buscar otro vuelo”, relató tras pagar unos US$2.000 adicionales para llegar a Colombia.
La Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) estima que estas restricciones afectan a unos 15.000 pasajeros por semana.
Turismo frustrado y deportaciones paralizadas
El impacto se extiende más allá de los pasajeros comunes. El operador ruso Pegas Touristik anunció que desviará hacia Varadero (Cuba) a los turistas que tenían previsto viajar a Venezuela, un golpe directo para destinos como la isla de Margarita, que en los últimos años había recibido un flujo creciente de visitantes rusos.
Además, Caracas denunció que Washington suspendió unilateralmente las repatriaciones de migrantes venezolanos deportados desde Estados Unidos.
Un conflicto que crece en los cielos
La medida estadounidense llega en medio de un aumento de las tensiones bilaterales, exacerbadas por el despliegue militar ordenado por la Casa Blanca en el Caribe con la supuesta misión de combatir el narcotráfico. Para el gobierno venezolano y diversos analistas, el trasfondo sería presionar un cambio político en Caracas.
Mientras tanto, los cielos de Venezuela permanecen casi vacíos y miles de viajeros siguen a la espera de soluciones que, por ahora, no parecen estar cerca.

