Un pastuso indignado

Por: Jhorman Montezuma

En Pasto, la pregunta parece ser más literal que retórica. El parque Rumipamba, ubicado en pleno corazón de la ciudad, se ha convertido en una zona gris donde reina el desorden, el abandono y, sobre todo, el consumo excesivo de las mal llamadas “bebidas artesanales”.

Allí, como en tantos otros sectores del municipio, el “hervido con chapil” se consigue más fácil que una botella de agua. A simple vista parece una bebida tradicional, parte de nuestra cultura. Pero, ¿realmente lo es? ¿O se trata de un trago adulterado que se disfraza bajo la etiqueta de lo artesanal? La respuesta es cada vez más clara en los efectos: personas con estados graves de embriaguez, jóvenes inconscientes en los andenes, e incluso menores de edad con botellas en la mano y sin ninguna supervisión.

La administración municipal, en cabeza del alcalde, parece ser un espectador más. Ni siquiera el respeto por su propio despacho se hace valer cuando a unas pocas cuadras de allí se presentan estos hechos día y noche. Se habla de controles, de operativos y de sanciones, pero cada día hay más puntos de venta, más carpas improvisadas y más consumidores.

El parque Rumipamba ya no es un espacio público para el encuentro ciudadano. Hoy es un punto de encuentro para habitantes de calle, consumidores problemáticos y hasta escenario de espectáculos lamentables causados por la embriaguez masiva. La presencia de niños y adolescentes en medio de este caos debería ser motivo suficiente para un pronunciamiento urgente, pero lo que hay es silencio institucional.

¿Dónde está la Secretaría de Gobierno? ¿Dónde la Policía Metropolitana? ¿Dónde la Gobernación? Los pastusos están cansados de denunciar, de alzar la voz, de ver cómo el deterioro avanza sin freno. No es solo una problemática de salud pública, es un tema de seguridad, convivencia y responsabilidad estatal.

Este no es un llamado desesperado, es una exigencia legítima. La ciudad no puede seguir tolerando que la desidia institucional condene nuestros espacios y a nuestra gente. Ya basta de paños de agua tibia. La autoridad debe actuar. Porque si no puede con algo tan evidente como el control del trago en los parques, ¿qué podemos esperar frente a los grandes retos?