Donald Trump publicó un mensaje en su red social Truth Social en el que afirmó que su gobierno designó al gobierno de Venezuela como una “organización terrorista extranjera” y anunció la imposición inmediata de un “bloqueo total y completo” a los petroleros que entren y salgan del país. Esta decisión, presentada como una medida de seguridad, tiene profundas implicaciones en términos de soberanía, derecho internacional y estabilidad regional, y fue interpretada como una escalada directa de presión política, económica y militar contra el Estado venezolano.
En su publicación, Trump sostuvo que Venezuela estaría exportando “criminales” hacia Estados Unidos y utilizó un discurso duro en materia migratoria, con expresiones que han sido señaladas en distintos momentos por organizaciones de derechos humanos como discriminatorias y estigmatizantes. Además, afirmó que el país sudamericano se encuentra “completamente rodeado” por la mayor armada estadounidense desplegada en Sudamérica, como parte de una estrategia de cerco hasta que, según sus propias palabras, Venezuela “devuelva” a Estados Unidos el petróleo, las tierras y otros activos que habrían sido “robados” en el marco de los procesos de nacionalización impulsados por los gobiernos chavistas.
El anuncio de Trump dejó en evidencia un giro discursivo significativo. Aunque durante años la presencia militar estadounidense en el Caribe y el Pacífico Oriental fue justificada bajo el argumento de la lucha contra el narcotráfico, el propio mensaje del exmandatario expuso que el objetivo central de la escalada no sería ese, sino el control de la riqueza petrolera venezolana. El petróleo pasó de ser un tema secundario a convertirse en el eje explícito del ultimátum, utilizando el bloqueo como mecanismo de presión para forzar la devolución de activos energéticos.
Las acciones de Estados Unidos en la región han sido objeto de críticas por parte de organismos multilaterales, expertos de Naciones Unidas y organizaciones defensoras de derechos humanos. En noviembre de 2025, especialistas de la ONU advirtieron que los ataques letales repetidos contra embarcaciones civiles en el Caribe y el Pacífico Oriental podrían constituir ejecuciones extrajudiciales y generar responsabilidades por posibles crímenes internacionales. A pesar de estos señalamientos, Trump mantuvo su postura de atacar embarcaciones y reforzar el cerco contra Venezuela.
Diversos análisis también cuestionan la narrativa del narcotráfico como justificación de la presión sobre Venezuela. Estudios e informes han señalado que el país no es el principal eje de las rutas de cocaína hacia Estados Unidos, las cuales se concentran mayoritariamente en el corredor del Pacífico. En el caso del fentanilo, la producción y distribución se asocian principalmente a redes vinculadas a carteles mexicanos, lo que debilita aún más el argumento utilizado para legitimar la ofensiva.
En este contexto, el texto sostiene que las propias palabras de Trump desmontan la coartada del narcotráfico y revelan el verdadero propósito de la escalada militar: intervenir un territorio soberano para acceder a sus recursos naturales. Esta lógica, según el análisis, reproduce un patrón histórico de intervenciones motivadas por intereses energéticos, similar al observado en regiones como Oriente Medio, con consecuencias negativas para la estabilidad y los derechos humanos.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, había advertido desde un inicio que la presión militar estadounidense no respondía a la lucha contra el narcotráfico, sino al interés por las vastas reservas de petróleo venezolanas, consideradas entre las más grandes del mundo. Petro rechazó estas acciones, defendió la soberanía regional y cuestionó la idea de “aguas internacionales” como justificación para operaciones militares al margen de las jurisdicciones estatales en el Caribe.
La respuesta a estas posiciones críticas incluyó mensajes de presión y advertencias veladas, que alimentaron un clima de tensión diplomática. Sin embargo, el mensaje de Trump terminó por confirmar de forma explícita lo que antes eran advertencias y sospechas: la exigencia de petróleo, tierras y activos, acompañada de un bloqueo total como instrumento de coerción, deja al descubierto el trasfondo geopolítico y económico de la ofensiva contra Venezuela, en la que el narcotráfico aparece como un pretexto y el control de los recursos energéticos como el objetivo central.

