Debemos confesar que teníamos nuestras aprensiones e inquietudes en torno a los episodios que se podrían presentar en desarrollo de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
Nuestros temores eran plenamente justificados, luego de una verdadera guerra sucia que se vivió en el marco de una campaña que pasará a la historia, no por sus debates, propuestas e ideas, que no las hubo, sino por las ofensas, recriminaciones, insultos e infiltraciones mutuas que bajaron a este proceso electoral al nivel de una pelea de zona de tolerancia.
Pero a pesar de esos sucesos que se replicaron sin cesar en las redes sociales, convertidas en esos días de intenso trajín político en transmisoras de agravios y ultrajes de toda laya, hoy podemos afirmar con mucho orgullo que triunfó la democracia, en un proceso electoral cuyos antecedentes no prometían nada bueno.
En efecto, aparte de quien haya sido el triunfador, nos parece de transcendental importancia que, en Pasto y Nariño, hayamos podido salir a votar en paz e igual ocurrió en gran parte del territorio colombiano, a excepción de algunos hechos deplorables, como el asesinato de un testigo electoral en el vecino departamento del Cauca.
«Vivimos en nuestra región una fiesta de la democracia, en desarrollo de la cual no hubo escenario para ningún hecho lamentable, ni siquiera en esas regiones de nuestra geografía nariñense, que las autoridades y entidades como la Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo habían catalogado como de alto riesgo».
Vivimos entonces en nuestra región una fiesta de la democracia, en desarrollo de la cual no hubo escenario para ningún hecho lamentable, ni siquiera en esas regiones de nuestra geografía nariñense, que las autoridades y entidades como la Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo habían catalogado como de alto riesgo en lo relacionado con posibles hechos de violencia o fraude electoral.
Otra incertidumbre que nos embargó en estos días previos a los comicios de la segunda vuelta a la Presidencia de la República fue la relacionada con las cuantiosas versiones en torno a la posible ocurrencia de irregularidades en el escrutinio de los votos.
Pero, tal como lo manifestó de manera reiterada el señor registrador Alexander Vega Rocha, con todos los mecanismos de seguridad dispuestos, incluidos los famosos softwares, las personas dispuestas por las dos campañas para que vigilaran de manera permanente este proceso y las misiones de observación internacional, era imposible que se pudiera pensar en un fraude.
Sin embargo, preocupaba el antecedente, ese sí real y que, como todos lo sabemos, dio lugar a un enorme escándalo de lo ocurrido en las elecciones para el Senado y la Cámara de Representantes del pasado 13 de marzo, donde fue evidente que hubo actuaciones de mala fe, varias de las cuales siguen en investigación por parte de la Fiscalía y la Procuraduría General de la Nación.
Si bien es cierto, en la siguiente elección correspondiente a la primera vuelta presidencial, la Registraduría Nacional del Estado Civil se resarció con unos comicios en los que no hubo motivo para ninguna acusación, la duda no se había esfumado del todo y en ello estribaba la preocupación en el marco de los decisivos comicios del anterior 19 de junio.
Para nuestra gran alegría, creemos no equivocarnos al manifestar que el pasado domingo vivimos los comicios más tranquilos y seguros en muchos años, en especial aquí, en nuestro departamento de Nariño.
Además, el señor registrador Vega Rocha no se equivocó en torno a las garantías de transparencia que ofreció en este crucial proceso electoral, puesto que no hubo la menor queja en torno a la manera como se realizó esta segunda vuelta presidencial. De esta forma, además de conocerse el nombre del ganador en tiempo record, la campaña derrotada aceptó los resultados sin ninguna clase de inconvenientes, con lo que se puede decir que una entidad de tanta importancia, como lo es la Registraduría Nacional del Estado Civil, recuperó su buen nombre y fue decisiva para este triunfo de la democracia que hoy celebramos.

