Chucho Martinez

Todos somos Ancuya

Todos fuimos y seguimos siendo Samaniego por la masacre de unos jóvenes que infortunadamente sigue en la impunidad a cambio de una ridícula e incumplida promesa del Presidente de construir un estadio como un acto de perfidia a la dignidad humana.

De la misma manera y con la misma fuerza con que amenaza la naturaleza declaramos que somos Ancuya, un hermoso pueblo también amenazado de muerte por las inclemencias de la naturaleza, ofendida por la agresión que históricamente el hombre ha hecho contra ella, al descompensar el equilibrio ecosistémico que descarga torrenciales y continuos aguaceros, desborda ríos y quebradas, descongela glaciares, incendia bosques, inunda caminos, aumenta pestes y desquicia la seguridad alimentaria. 

Este futuro incierto que amenaza la existencia de todas las especies no lo dimensionaron nuestros antepasados cuando levantaron pueblos ahí donde se cruzaron los caminos para intercambiar sus productos, o en la proximidad a los ríos porque el agua es vida o en los preciosos paisajes que tranquilizan el espíritu, o en los terapéuticos climas, o en los sitios de altura como ínfula de poder y cercanía celestial.

 

«Qué falta hacen gobernantes con una visión prospectiva de territorio y sociedad. Pero también nos falta volver a gritar hasta que nos escuchen en los palacios de Bogotá».

 

No nos consuela escuchar a gobernantes decir que como Ancuya hay muchos municipios que están amenazados por el alto nivel de pluviosidad, o que están incomunicados o comunicados medianamente.

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Estas adversidades se pudieron prever no solo como advertencia porque hace rato todos sabemos qué estamos amenazados por el cambio climático, porque conocemos nuestro territorio quebrado, ondulado, de altas montañas y muchas vertientes que, si bien son una riqueza inexplotada, se está volviendo una amenaza.

Lastimosamente no hay mapa actualizado de riesgo que parta de serios estudios geológicos, geomorfológicos y de vertientes. No hay, porque los gobernantes solo piensan en sus gobernados cuando hay elecciones, o porque a los centros de poder no les importa lo que pasa en las periferias, ni siquiera cuando hay masacres o un pueblo está a punto de desaparecer como está ocurriendo en Ancuya con 12 veredas y 222 viviendas afectadas de las cuales 23 quedaron destruidas y 143 han sido evacuadas.

Qué falta hacen gobernantes con una visión prospectiva de territorio y sociedad. Pero también nos falta volver a gritar hasta que nos escuchen en los palacios de Bogotá.  Mientras tanto, virgen de la Visitación ora por nosotros.

Por: Chucho Martínez