SOLIDARIDAD EN PASTO Y NARIÑO

Empezamos a vivir una época que a pesar de ser la más alegre del año, también nos presenta una imagen triste, en especial de niños y niñas, en situación de vulnerabilidad, por lo que es difícil que puedan recibir un regalo, lo que también ocurre con muchos adultos mayores.

Por ello, hoy en estos días previos a la Navidad,  queremos destacar a esas personas dotadas de un corazón de oro, quienes en Pasto y Nariño, representantes de  empresas, colectivos ciudadanos, fundaciones y hombres y mujeres anónimos, quienes en estos días tan sensibles,  han  asumido con convicción la tarea de tender la mano a quienes más lo necesitan. Es una labor silenciosa muchas veces, pero profundamente trascendente para la dignidad de niños vulnerables y personas desamparadas.

Las campañas sociales que se desarrollan en esta región —desde las jornadas de entrega de alimentos, ropa y juguetes, hasta los programas de acompañamiento emocional, recreación y educación— reflejan un espíritu comunitario que merece ser reconocido y fortalecido. No se trata únicamente de donar bienes materiales; se trata de sembrar esperanza a quienes la han perdido, de demostrar que la indiferencia no tiene cabida donde existe humanidad, y de recordarnos que una sociedad solo avanza cuando protege a quienes se encuentran en mayor riesgo.

Uno de los rasgos más valiosos de estas iniciativas es que nacen desde múltiples frentes. Empresas locales, conscientes de su responsabilidad social, canalizan recursos y equipos humanos para llevar alivio a zonas vulnerables; emprendimientos pequeños destinan parte de sus ingresos para apoyar campañas solidarias; y personas comunes —vecinos, estudiantes, trabajadores— se convierten en agentes de cambio al unirse voluntariamente para organizar colectas o acompañar actividades comunitarias. Esta suma de voluntades demuestra que la solidaridad no entiende de tamaños ni de condiciones: cualquier aporte, por mínimo que parezca, crea impacto cuando se hace desde el corazón.

Las campañas dirigidas a la niñez vulnerable merecen especial atención. En Pasto, como en muchos territorios del país, la infancia enfrenta realidades duras, que no son solo visibles en la celebración de la Navidad, pobreza, dificultades de acceso a la educación, falta de oportunidades para el desarrollo pleno, y en algunos casos, situaciones de abandono o violencia.

Por eso, cuando una empresa, un grupo de jóvenes voluntarios o una familia decide regalar un juguete, gestionar una jornada lúdica o apoyar los estudios de un niño, está haciendo mucho más que una buena acción. Está contribuyendo a construir un futuro distinto, está devolviendo ilusión y está reafirmando que cada niño merece vivir con alegría, seguridad y posibilidades reales de crecer.

De igual manera, la atención a personas en condición de calle o en situación de desamparo es una expresión profunda de humanismo. En Nariño, diversas campañas se han enfocado en ofrecer alimentos, abrigos, atención en salud básica y actividades de inclusión social.

Detrás de cada entrega, detrás de cada plato caliente servido en alguna esquina fría de Pasto, hay un mensaje claro: ninguna persona debe quedar sola frente a la adversidad. La verdadera grandeza de un pueblo se mide también en su capacidad de mirar a los ojos a quien sufre, reconocer su dignidad y extenderle una mano, sea o no, una temporada tan hermosa como la de la Navidad.