Es habitual oír, ver y leer en los medios de comunicación nacionales y regionales las quejas de la comunidad con respecto a los problemas de inseguridad, calles en mal estado, parques abandonados, invasión del espacio público, entre otros.
Todos los días los dirigentes comunales y la misma ciudadanía manifiestan que no son escuchadas sus quejas con respecto a los problemas en cuanto a vías llenas de huecos, problemas de alumbrado público, alarmas y cámaras de seguridad que no funcionan, zonas verdes sin podar, parques infantiles con los juegos desmantelados, entre otros.
En barrios como el Figueroa aquí en Pasto, por ejemplo, claman desde hace varios años su legalización para poder ser parte del Plan de desarrollo del municipio y así beneficiarse de la inversión social y de obras de infraestructura. Allá dicen los habitantes que sí les cobran por los servicios públicos, pero que no los tienen en cuenta cuando de solucionar sus necesidades se trata. Aunque del alcalde ya conocimos que se van a solucionar estas problemáticas.
En otros sectores como Los Cristales se quejan porque el transporte público es malo, a pesar de que allá viven una gran cantidad de estudiantes que necesitan de este importante servicio.
En el parque de La Aurora, a donde todas las noches y los fines de semana van a jugar los niños, a pasear mascotas y los muchachos a pasear, la situación de abandono se evidencia en el mal estado de las máquinas de ejercicio desmanteladas por los vándalos, la basura y la poca iluminación.
Son los barrios más alejados del centro de la ciudad los más olvidados, los más abandonados por parte de las autoridades, los que siempre están por fuera de los planes de desarrollo y por ende de las obras de gran impacto que se ejecutan.
Es urgente que estos sectores dejen de ser la cenicienta, o marginados del desarrollo del municipio, y se los integre a los planes no solo de infraestructura sino de inversión social. Que tengan la oportunidad de integrarse a la sociedad como actores importantes del progreso.
Por ahí leía que el progreso de una sociedad debería medirse no por el producto interno bruto, sino por los indicadores de la calidad de vida de todos quienes la conforman.
Que las autoridades tengan en cuenta estas problemáticas que afectan a la comunidad y no solo se dediquen a hacer promesas, porque ya sabemos que esas se las lleva el viento.
Por: Edgar Enríquez.

