El pasado sábado, a las 12:48 del mediodía un sismo asustó a Pasto, como lo informamos en DIARIO DEL SUR, con lo que continué mi invicto con los temblores, puesto que no sentí absolutamente nada.
No sé por qué extraño motivo no siento los temblores, además de que he eludido cantidades de ellos, incluido el terremoto que el Jueves Santo de 1983 semidestruyó a Popayán y causó miles de muertos.
El único sismo sentido fue en Cali, cuando tenía 10 años y la tierra se remeció durante casi un minuto, en el que la imagen que no se me borró de la mente fue la de un perro aullando de manera estremecedora, al lado donde mi mamá, mi hermano y yo, nos habíamos arrodillado en plena calle.
Confieso que me asusté bastante y tal vez mi consuelo fueron unas vacaciones inesperadas, debido a que las gradas de mi colegio se derrumbaron.
Fue la última vez que sentí un temblor. Después nada de nada. El 12 de diciembre de 1979 fue el terremoto de Tumaco, que en Cali se sintió durísimo, ocurrido pasadas las 3 de la mañana y del que me vine enterar a las 8 de la mañana, cuando desperté.
Luego en la Semana Santa de 1983, en el periódico donde trabajaba en Cali, tal vez porque alguna vez había dicho que me gustaba la música clásica, me mandaron a Popayán, al Festival de Música Religiosa del Jueves Santo. Debía viajar la noche anterior, cuando en la terminal, me encontré con un excompañero de colegio quien me invitó a unos tragos, que se prolongaron un poco, porque cuando fue a abordar el bus rumbo a Popayán el vehículo ya se había ido.
Dado que el festival comenzaba a las 11 de la mañana decidí viajar temprano al día siguiente y en esas estaba, cuando al salir del baño mi mamá me dijo que acababa de temblar bastante duro, pero como siempre yo no sentí nada.
Rumbo al terminal en un taxi escuché que Popayán estaba semidestruida y que del aeropuerto de Cali estaban saliendo ayudas en avionetas. Así que le cambié el rumbo al taxista y valiéndome de mi carné de prensa pude abordar una de esas naves puesto que el temor era de que mis jefes se dieran cuenta que no había viajado.
Y así han sido las cosas. De Cali me mandaron a Tuluá a cubrir una información y a mi regreso, horas después, encontré la ciudad revuelta por un sismo. Y un sábado, 5 de marzo de 1994, en Pasto, el Galeras ocasionó un estruendoso temblor, del que tampoco sentí nada, por lo que en un principio no entendí por qué mi esposa salió despavorida a la calle.
Por: JORGE HERNANDO CARVAJAL PÉREZ

