La fundación Yeremaya Lasos de Amistad nació como un proyecto de amor, generosidad y compromiso social. En la imagen, se encuentran: Daniela Morillo, Andrea Obando, Alberto Estrada, Alexander Rosero, Katherine Morillo, Nancy Arteaga, Derly Rúales, Mauricio Tutistar, Brayan Toro, Juan Narváez, Alexander Jurado, Jaisson Arrollo, Diego Morales y Juan Acosta.

Se unen en Pasto par apoyas a la población más vulnerable

La fundación Yeremaya Lasos de Amistad nació como un proyecto de amor, generosidad y compromiso social impulsado por una niña de tan solo 12 años, Isabella Valentina Rosero.

Conocida con cariño por su padre como ‘Yeremeya’, Isabella desarrolló desde una edad temprana una profunda vocación de servicio, adoptando para su vida la célebre frase “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Su pasión por ayudar a los demás, especialmente a los más vulnerables, fue la chispa que encendió una luz de esperanza en su comunidad y que hoy sigue vigente a través de su fundación.

El proyecto comenzó como una iniciativa sencilla pero significativa. Isabella, con la compañía de su familia y un grupo de personas comprometidas, se dedicó a organizar actividades de apoyo para los más necesitados.

Atención

Con el tiempo, el enfoque de la fundación se centró en la atención a niños y ancianos en situación de vulnerabilidad, dos sectores de la población que, para la pequeña ‘Yeremeya’, merecían toda la dedicación y ayuda posible.

Durante sus primeros años, la fundación Yeremaya Lasos de Amistad organizó diversas actividades de voluntariado, particularmente en festividades como el Día del Niño, Halloween y Navidad. En estas fechas, Isabella lograba convocar a voluntarios y recolectar recursos con el fin de llevar alegría a aquellos que más lo necesitaban.

Lamentablemente, el 4 de enero de 2020, la joven Isabella falleció a la edad de 15 años, dejando un vacío profundo en su familia y en todos los que habían sido testigos de su esfuerzo y dedicación.

Misión

Sin embargo, su legado no se detuvo con su partida. La fundación, con el respaldo de su familia, amigos y voluntarios, continuó con la misión que ella había comenzado. Su nombre, ‘Yeremay’, se convirtió en un símbolo de esperanza y compasión, y el eslogan “Se vive para servir” sigue siendo el faro que guía las acciones de la fundación.

Hoy, la fundación Yeremaya Lasos de Amistad sigue adelante con su objetivo de desarrollar proyectos sociales y altruistas que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de los niños y ancianos vulnerables del municipio de Pasto.

A través de espacios de voluntariado y actividades misionales, la fundación no solo proporciona ayuda material, sino que también fomenta valores de solidaridad y cooperación en las personas que se suman a la causa.

La Fundación Yeremaya Lasos de Amistad no es solo un legado de una niña con un corazón inmenso, sino también un ejemplo de cómo el amor y la generosidad pueden transformar vidas.