POR: VICTOR RIVAS MARTÍNEZ.
Dicen los estudiosos del tema del narcotráfico a nivel nacional e internacional, que el negocio de la coca está malo.
Increíble, pero es cierto. Múltiples factores indican que esto es así: Por una parte, la sobre oferta del producto, por efecto del incremento del área cultivada que hoy supera las 200 mil hectáreas, hacen que automáticamente baje el precio de la arroba de hoja y de pasta de coca.
Hace un año una arroba de hoja de coca se comercializaba a 50 mil pesos, hoy a duras penas les pagan a los cultivadores 30 mil pesos. Hace poco tiempo un kilo de pasta de coca se pagaba entre $2.500.000 o $3 millones, hoy les ofrecen $1.500.000 y eso si se las compran.
De otra parte, los enfrentamientos que se dan entre los carteles de Sinaloa y Nuevo Jalisco, en México sumado a los duros golpes que le han dado las fuerzas del estado por efecto de las incautaciones de considerables volúmenes de pasta, han afectado la caja de los narcotraficantes.
Hoy Tumaco, dejó de ser el principal puerto de exportación de coca, este proceso se trasladó a puertos del Ecuador, en donde todo parece que hay menos controles.
La disminución del dinero circulante en la costa y en la cordillera nariñense está afectando seriamente el consumo interno de Nariño. Este fenómeno se siente en todos los sectores productivos, todos nos quejamos, no solamente el comercio, se quejan los lecheros, los paneleros, papero, comerciantes, constructores, los empleados y con mayor razón los desempleados, que hoy no tienen que echar a la olla.
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La crisis que vivimos, agudizada por el aislamiento generado por la pérdida de la banca de vía panamericana en Rosas Cauca, nos tiene al borde del desespero.
Pensar en sustituir los cultivos de coca, impulsando proyectos productivos que generen ingresos y empleo a nuestros campesinos es una propuesta que hay que madurar, si queremos recuperar la paz, disminuir la violencia y la inseguridad que hoy se ha apoderado de Cauca, el Putumayo y Nariño.

