La Iglesia católica recuerda hoy a San Juan, apóstol y evangelista, una de las figuras más influyentes del cristianismo primitivo y autor de algunos de los textos más profundos y simbólicos del Nuevo Testamento. Su legado espiritual, centrado en el amor, la verdad y la luz, continúa iluminando la fe de millones de creyentes en todo el mundo.
Conocido como “el discípulo amado”, San Juan mantuvo una relación cercana con Jesucristo y fue testigo privilegiado de momentos cruciales de su vida y ministerio. Estuvo presente en la Última Cena, acompañó a María al pie de la cruz y fue uno de los primeros en anunciar la resurrección, convirtiéndose en símbolo de fidelidad, valentía y compromiso absoluto.
A él se le atribuye el Cuarto Evangelio, tres cartas apostólicas y el Apocalipsis, escritos que destacan por su profundidad teológica y su lenguaje cargado de simbolismo. En sus textos, San Juan presenta a Cristo como la Palabra eterna hecha carne y proclama uno de los mensajes más contundentes del cristianismo: “Dios es amor”, una afirmación que ha marcado la espiritualidad cristiana a lo largo de los siglos.
La tradición sostiene que fue el único de los doce apóstoles que murió de manera natural, tras una vida dedicada a anunciar el Evangelio, fortalecer a las primeras comunidades cristianas y sostener la fe en tiempos de persecución, incertidumbre y temor.
Hoy, en una sociedad fragmentada y sedienta de esperanza, la figura de San Juan adquiere una vigencia especial. Su mensaje invita a construir puentes, a vivir la fe desde la compasión y a comprender el amor no como un sentimiento abstracto, sino como una acción concreta y diaria.
Hoy, al conmemorar a San Juan Evangelista, la Iglesia no solo recuerda a un apóstol, sino a un testigo del amor llevado hasta sus últimas consecuencias. Su voz, escrita hace siglos, sigue interpelando al ser humano contemporáneo con una verdad sencilla y desafiante: amar es un acto de fe y de valentía. En tiempos marcados por la prisa, el individualismo y la indiferencia, el mensaje de San Juan resuena como un faro que invita a elegir la luz, a vivir con coherencia y a creer que el amor, cuando se hace vida, tiene la fuerza de transformar el mundo.

(1 Juan 4,7)

