Chucho Martínez

Resiliencia, resistencia o estupidez.

Por: Chucho Martínez

La resiliencia es la capacidad que tienen las personas para enfrentar, adaptarse y superar las adversidades, traumas o catástrofes. Es parecida a la resistencia como acción o capacidad de aguantar, tolerar u oponerse. Sin embargo, su definición queda sujeta a la disciplina en la cual sea aplica.

 
Los pastusos hemos dado muchas muestras de resiliencia y/o resistencia como frente a los corsarios, la campaña libertadora, reactivaciones volcánicas,  tsunamis, inundaciones, sequías, violencias, corrupción, centralismo, dirigencia mediocre, politiquería, ridículo permanente cuando nos tratan de tontos (que se convierte en reto para demostrar lo contrario), atraso,  aislamiento histórico y el provocado por el bloqueo de la panamericana única vía que nos conecta con el centro del país que con frecuencia pone en evidencia el miserable sistema vial de Colombia y su baja competitividad.

En consecuencia, los nariñenses terminamos “viviendo” de una economía autárquica que busca la autosuficiencia, reduciendo al mínimo los intercambios comerciales y los flujos de capital con otras regiones intentando abastecernos exclusivamente a partir de nuestros propios recursos. Es una economía de subsistencia, de reproducción simple, que no amplia su producción y no genera desarrollo.

«El problema es que nos acostumbramos a la resiliencia como una forma de vida pues terminamos adaptándonos a esas adversidades y sus limitaciones como algo normal. es una actitud constante de sumisión a una forma de vida mediocre”.

El problema es que nos acostumbramos a la resiliencia como una forma de vida pues terminamos adaptándonos a esas adversidades y sus limitaciones como algo normal. Es una actitud constante de sumisión a una forma de vida mediocre. Dos ejemplos: uno, en los debates sobre el plan de desarrollo nadie copió mis propuestas de megaproyectos para Nariño. Por fuerza de la naturaleza se empezó a hablar de megaproyectos. Y dos, el diminutivo no solo es una manera de hablar sino de vivir, de pensar y de proyectarnos en pequeño, es una actitud estrecha ante la vida y de darnos por satisfechos con el micro mundo en el que vivimos sin ambicionar un mundo mejor para nosotros y menos para nuestros herederos. De esta afirmación doy fe en un libro de mi autoría titulado: ¨Paradojas de la Economía y la felicidad en Nariño”, para el cual apliqué 1500 encuestas de percepción socioeconómica de las cuales un 25% dijo considerarse feliz porque tenían de todo, o todo lo necesario y ese todo, es su pequeño mundo, el suyo.

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