Por: P. NARCISO OBANDO.
Muchas veces, como cristianos y como educadores, tenemos la tentación de pensar que las cosas no tienen solución y que nuestros estudiantes ya no tienen remedio, encerrándonos en esquemas prestablecidos, con resignación, perdiendo la creatividad y, sobre todo, dejando de confiar en que Dios hace nuevas todas las cosas.
Es muy común escuchar: “Ya no tiene remedio este joven”, “esta situación no cambiará”, “¿qué podemos esperar de esta familia?” “este sacerdote ya es así”, “este colegio si no ha cambiado en este tiempo ya difícilmente lo haga”. ¿Esto acaso, no sería negar el poder transformador que tiene Dios en nuestras vidas? ¿En quién ponemos nuestra fe? ¿No va esta idea de resignación en contra del testimonio del buen ladrón, de Zaqueo y hasta de los mismos discípulos? ¿Acaso no comprendemos que los cambios más importantes que queremos ver parten de una renovación personal?
La resignación es una tentación a vencer en medio del siglo XXI. Para ello, existen tres posibles vías para alcanzar esta victoria, que hoy, con fe y esperanza, quiero compartir:
Como primer punto: El diálogo personal con Dios. Es necesario hablar con nuestro Padre, como quien habla con un amigo, confiándole nuestros problemas y preocupaciones, pero en especial a nuestros estudiantes. ¿Cuánto tiempo tomamos al día para orar por aquellos que Dios nos ha encomendado? Es necesario crecer en la confianza para con Dios, poniendo todo en sus manos, ya que Él transforma nuestras inseguridades en esperanzas y fortalezas.
Segundo: Reconocer nuestras debilidades, pero también nuestras fortalezas. Es común escuchar y martirizarnos con la famosa frase: No sirvo para nada, todo me sale mal, ya perdí el entusiasmo de ser docente, tengo este defecto y el otro también.
¿Alguna vez recordamos nuestras virtudes? Si reconocemos de qué estamos hechos, qué nos inspira y nos mueve el corazón, tendremos más confianza en nosotros mismos.
Y tercero: Custodiar con el apoyo y la oración los proyectos de los otros. En muchas oportunidades nos dejamos vencer por el desánimo, siendo la mejor medicina contra este virus, el apoyo de un amigo o compañero. Tus talentos y virtudes, pueden ser la mejor combinación en conjunto con la de aquel que tienes al lado y con quien compartes la hermosa misión de educar. Son muchos los objetivos que alcanzamos en equipo cuando trabajamos juntos por el Reino.
Hoy el reto de la formación y del seguimiento de Cristo es sumamente demandante y exigente dentro de una sociedad relativista donde los valores humanos se encuentran invertidos. Es necesario hacer viva la llama del Evangelio a partir de nuestro testimonio, poniendo todos los medios necesarios para responder con generosidad a la llamada de Dios, nos capacitará en el camino, siempre y cuando confiemos en su voluntad y en los talentos que Él nos ha dado.

