Dos años después del ataque del 7 de octubre, Hamás sigue presente como actor armado en Gaza, pero ha sido severamente debilitado por la ofensiva militar israelí. Aunque ha perdido gran parte de su capacidad operativa y de liderazgo, no ha sido completamente desmantelado.
Reducción de fuerzas y liderazgo
Hamás ha sufrido la eliminación de miles de combatientes y la mayoría de sus altos mandos. Su consejo militar original prácticamente ha desaparecido, y sólo queda un comandante de alto nivel de la estructura previa al conflicto. Esta pérdida ha impactado su capacidad para planear y ejecutar operaciones complejas.
Reclutamiento acelerado
Para compensar las bajas, el grupo ha reclutado a miles de nuevos integrantes, muchos de ellos jóvenes sin entrenamiento militar formal. Este reclutamiento exprés ha mantenido su capacidad de resistencia, aunque con menor eficacia en combate.
Estrategia de supervivencia
Hoy, la prioridad de Hamás no parece ser una confrontación directa, sino la supervivencia. Sus acciones se han concentrado en ataques puntuales, emboscadas y el uso de túneles para eludir la presencia militar israelí.
Pérdida de control territorial
Gran parte del territorio que solía controlar ha caído en manos de clanes locales, grupos criminales o ha quedado bajo vigilancia israelí. Este vacío de poder ha fragmentado el control político y social en Gaza, debilitando aún más su influencia.
Persistencia como amenaza
A pesar del desgaste, Hamás mantiene una capacidad guerrillera que sigue representando una amenaza localizada. Su estructura ha cambiado: de un ejército organizado a una red más dispersa, clandestina y menos centralizada.