Doctor Luis Guillermo Guerrero De verdad que he pensado en el significado de esta su afirmación: “Esto es cierto en abstracto” y no puedo sino recordar esos malabares de palabras con lo que los buenos sofistas solían buscar convencer sobre lo acertado de su decir. Mas cuando a renglón seguido trata de explicar las razones por las cuales el llamado a la consulta popular hecha por el presidente Petro es antidemocrática, como la llama en su columna publicada el día domingo 30 de marzo en el diario “El Espectador”. Me obligo a interpretar su enunciado como si hiciera referencia a un concepto, solo que difiero en cuanto a lo de las certezas. Usted como científico del Derecho debe de tener en cuenta que en las ciencias las certezas no tienen el mismo valor que en las doctrinas, llámense religiosas o políticas. La verdad es el objetivo principal de todo quehacer enmarcado dentro del pensamiento científico, por lo que si hablamos de verdades en abstracto hacemos referencia a un concepto que será valido hasta cuando otro lo revise y (o) corrija, puesto que los dogmas en la ciencia no existen y por virtud de ellos hoy la humanidad cuenta con toda esa cantidad de avances científicos y tecnológicos que le permite disfrutar mejor de la vida, al concretarse en aparatos, tratamientos y formulas.
Ya en el campo de las ciencias humanas, como el Derecho, las verdades en abstracto, o conceptos, no pueden mostrarse como falacias y menos como simples decires de los cuales bien se puede hacer caso omiso o, como usted lo dice, pretermitir, ni por olvido y menos por intención. Pese a que existen aquellos convencidos de que sí, al creer que cualquier teoría elaborada para interpretar y educar al ser humano en la búsqueda del bien colectivo, como fundamento de la democracia, esta predestinada a perecer ante el fundamentalismo religioso, político o legal. Por lo que alegan que una cosa se dice en abstracto y otra es la que se realiza en concreto, para emplear sus términos. Claro que, si se evalúan los conceptos como actos de fe o de simple voluntad, se termina pensando en esa dicotomía tan propia de la descripción del ser humano hecha por los apologistas, más ocupados en las definiciones del alma y del cielo que en las de humano, sociedad y mundo. La concreción de una verdad en abstracto o concepto no puede ser sino la simple aplicación en la experiencia de todo cuanto se ha argumentado como sustento de esa verdad. Ahora que se busque que la situación no se concretice por el simple interés de mantener el dogma que debate una verdad, no es sino sectarismo.
Las verdades en abstracto deben ser demostradas para su sustento. Una verdad como la que sostiene que el sistema de gobierno democrático tiene como cimiento el poder del pueblo, se concretiza en la elección del gobernante y en la selección de sus delegados para que lo representen en los diferentes cuerpos colegiados, en donde se debe de poner de manifiesto cuál es su voluntad. En las democracias el “demos” o pueblo mantiene su poder por lo que debe de ser siempre consultado en la plaza como lo hacían los griegos, o en el foro como los romanos o como última instancia en las urnas. Como cuando el parlamento por él elegido para ser su portavoz ha soslayado su voluntad en favor del interés particular, actitud que degenera el sistema democrático convirtiéndolo en aristocracia u oligarquía, que no fueron y son formas de gobierno en las que unos pocos ejercen el poder en beneficio de otros pocos que utilizan el termino populismo, despectivamente, para descalificar el derecho del pueblo a reivindicarse como soberano en defensa de sus derechos.

