Narciso Obando López, Pbro.

¿POR QUÉ TANTOS LUCHAN POR EL PODER?

Por: Narciso Obando López, Pbro.

A pesar de los incontables problemas que tiene nuestro país, entre ellos, la corrupción desbordada, el flagelo de la delincuencia común y organizada, la pobreza, el hambre, el narcotráfico, la violencia incontrolada, la economía inconsistente, la educación degradada, etc., hay muchas personas que anhelan llegar o mantenerse en los más altos cargos a nivel estatal. ¿Qué les mueve? ¿Por qué luchan tanto para ser postulados? ¿Por qué pelean entre sí?

Siempre que se les pregunta por qué aspiran a esos puestos, todos responden que les mueve es el deseo de servir, de hacer algo por sus conciudadanos. ¡Magníficas respuestas! Pero con frecuencia detrás de esas bonitas palabras se esconden otros intereses, personales o de grupo, y no es fácil que la mayoría de los electores distinga quién tiene una auténtica vocación de servidor público, y quién es sólo un mediocre populista, que solo busca sacar la mejor tajada para sí mismo.

Para los malos líderes políticos, la mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza, suscitar la desconfianza y por supuesto polarizar a los electores. Por diversos caminos niegan a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de intimidarlos, ridiculizarlos, sospechar de ellos, incluso asesinarlos.

Esta pugna de intereses que sólo beneficia a unos pocos, nos está llevando a enfrentarnos a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir, y como siempre el más perjudicado es el ciudadano de a pie.

Por eso llama poderosamente la atención cuántos luchan por llegar o mantenerse en el poder. Hacen lo que sea, gastan dinero, tiempo y salud, incluso marginan a su propia familia, con tal de tener un puesto público. ¡Cuántos enemigos dejan por el camino! Nada les importa tanto como lograr sus objetivos. Parece que su Dios es el poder y el dinero.

En estos momentos de crisis que atraviesa nuestro país se hace necesario redimir el sentido amoroso y servicial de la buena política, entendida y vivida como un servicio, y no como una lucha de poder o una inversión económica. Rehabilitar la política, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social.