“(…) Ya los vientos vienen con fuerza a borrar nuestras huellas sobre la arena. Por eso canto hoy, para que Wayuus y alijunas no olviden lo que el viento de verano borra. Para que esta historia la canten los pájaros y así permanezca en el lugar de los sueños y la memoria”.
Con ese diálogo termina una de las mejores películas colombianas del siglo XXI, se trata de Pájaros de Verano (2018) dirigida por Ciro Guerra (quien al día de hoy afronta acusaciones por el delito de acoso sexual de 08 mujeres) y Cristina Gallego. En el elenco principal está la actriz Natalia Reyes (quien un año más tarde saltaría a las pantallas de Hollywood con la película Terminator: destino oculto.)
El filme narra de una manera poética el ascenso y la caída de una familia Wayuu, quienes se culpan de sobreponer la codicia -que generó la bonanza marimbera de los años sesenta- a los conocimientos ancestrales que siempre los acompañó.
Pájaros de verano pone varios puntos sobre la mesa que resultan innovadores para nuestro cine, por ejemplo: el 80% de la película contiene diálogos en la lengua nativa de la comunidad Wayuu, los paisajes y la fotografía son un maravilloso viaje a través del desierto de la Guajira y, por último, busca romper con los estereotipos de las “narco películas” que tanto daño le han hecho a nuestro cine.
Resalto también que la historia es una desgracia anunciada, es decir, el inicio del filme -el cual se divide en cantos como si se tratara de una epopeya griega-, nos narra las advertencias que los muertos le hacen a la matrona del clan para evitar que todo ocurra. La película es el retrato del ser humano, aquella especie que es capaz de sacrificar cualquier riqueza para satisfacer el orgullo y la venganza.
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«La película es el retrato del ser humano, aquella especie que es capaz de sacrificar cualquier riqueza para satisfacer el orgullo y la venganza».
Termino esta columna de opinión con una invitación simple: vean cine de calidad en estas épocas tan turbulentas.
Adenda 1: Las recientes noticias sobre el acoso y las constantes amenazas de las que fueron víctimas los jóvenes que trabajan en Koaj solo deja en evidencia la esclavitud capitalista del siglo XXI.
Adenda 2: Varias instituciones educativas retornan a la presencialidad con un aforo entre el 65% y 80% en el municipio de Pasto, la única garantía que tenemos como humanidad es educar a nuestros hijos en el manejo de los protocolos de bioseguridad.
Por: Nicolas Escobar Bejarano

