Chucho Martinez

País politiquero

El país político entró de lleno al carnaval electoral qué captura la atención más que la pandemia y que los problemas fundamentales porque en lugar de ponerlos en la mesa de la discusión los refunde en la fraseología de las mecánicas electorales, en las montañas de promesas incumplidas y de acusaciones mutuas por intentar parecerse a los ángeles. Es la hora de los falsos discursos que no se los creen los mismos que los predican porque saben de sus imposibles.

Lo fundamental que predicara Hegel no es su problema, se lo dejaron a los académicos que solo son tenidos en cuenta cuando necesitan una encuesta que les justifique sus mentiras, pues la cultura es subalterna a sus apetititos estomacales.

Es el frenesí del engaño, la mentira, la compra venta de conciencias, la reivindicación de los viejos modales señoriales y coloniales de sometimiento a los siervos haraposos de la dignidad. Es la feria de la sinrazón que hace perder cualquier sindéresis sobre el bien común. Es el goce de la mediocridad disfrazada de reclamo al gobierno que ellos eligieron y sostienen por acción u omisión, pero les conviene. Es el atropellarse entre miserables para recoger mendrugos de pan que caen porque sobran de la mesa del centralismo, de los poderosos y de las élites politiqueras, y así acallar por un rato los gritos de protesta antes de invocar la sangre y el fuego.

 

«País político, en el que se perdieron las fronteras ideológicas entre liberales, conservadores e izquierdistas porque hay otros apetitos superiores a la ideología».

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Es la hora del país político que no ve la sangre que sigue manchando los alrededores del Capitolio. Sí, es el momento del país político qué ha entregado la economía a cuatro grandes grupos económicos que todos los días concentran más su riqueza, que acrecienta nuestra deuda externa e hipoteca más nuestro futuro, que desdeña durante 4 años al país nacional y solo lo busca para que le refrende su arrogancia y prepotencia en época de elecciones. Es la sobreposición de la corrupción que se mueve en las cloacas de la politiquería como si fueran los pasillos del Congreso porque nos conformamos con pedazos de moral. País político, en el que se perdieron las fronteras ideológicas entre liberales, conservadores e izquierdistas porque hay otros apetitos superiores a la ideología.

Sí, es la hora de las pequeñas narraciones y no de los grandes relatos.

Por: Chucho Martínez