Los denominados tiempos modernos han conllevado múltiples opciones tecnológicas que son fundamentales para estar en contacto los seres humanos y, asimismo, han traído aledaño una disminución enorme en la comunicación familiar, fuente de tranquilidad social.
Antaño, la unidad se daba en torno a varios hijos, espacios para el cuidado entre ellos mismos, los juegos de alegría sanos, la diversión en la calle y en conjunto con otros niños, el respeto a las normas del hogar, junto a un sinnúmero de formas simples que permitían crecer de modo interrelacionado. El colegio también significaba estar en el hogar junto a los padres, muchas veces conversando en las comidas.
Todo aquello ha cambiado producto de la crisis social cada vez más fuerte que se manifiesta en una cultura errónea donde la confianza se da en sus pares, no siempre adecuada, e impide las relaciones con los progenitores, agravada por el uso cada vez más alienante de los aparatos electrónicos como el celular, la televisión, los juegos y programas de superficialidad profunda.
«Los niños exigen que la gente con poder se ponga la mano en el corazón y no les deje un planeta en vías de su extinción».
Por ello, la segunda oportunidad consiste en que los padres tengan muy claro que tienen la responsabilidad de dejar el mejor legado para sus descendientes tanto en un sistema político transparente, una adecuada formación en valores propositivos, un diálogo permanente como hábito saludable, la transparencia para no mentirles y una visión proactiva para creer que es posible cambiar hacia un destino luminoso.
Los niños exigen que la gente con poder se ponga la mano en el corazón y no les deje un planeta en vías de su extinción, con más avenidas de comunicación directa y no sometidos a los Medios Masivos de Desinformación, para tener esperanza cierta.
El objetivo máximo es construir una salud mental sostenible para que la niñez que se convierte en juventud sepa que la familia es el primer universo del que disponemos para iniciar una vía de felicidad. Que el rencor, la venganza, el odio y la frustración no superen jamás los millones de personas dignas y buenas en nuestra nación.
Por: Carlos Santa María

