RICARDO SARASTY

Opinar no es calumniar

Pese a que opinar y calumniar son dos verbos con significados diferentes y en nada relacionados, últimamente, con el uso frecuente de las redes sociales y de cuanto mecanismo permite la internet para convertir en dominio público cualquier idea motivada por a un suceso o un decir, la línea que separa la opinión de la difamación se traspasa con facilidad, sin que se corra el peligro de tener que responder por el dolo.

No obstante, el ejercicio de la opinión siempre estará distanciado del fraude, porque quien opina habla o escribe para dar a conocer que tiene criterios sobre el tema que trata, que conoce y si no es del todo su domino al menos demuestra estar enterado de cuanto afirma y de paso también admite ignorar o mantener la duda sobre alguno de los aspectos relacionados con su opinión.

Claro que cuando se opina se emite un juicio o se le da valor al objeto en mención, pero la formulación del juicio se realiza con base a hechos debidamente examinados por los expertos y comprobada su existencial real. Por lo tanto, nadie puede ni está capacitado para elaborar conceptos sobre acciones o cosas inexistentes, a demás de ser un ejercicio inoficioso y por ello carente de interés. Una opinión nunca será una certeza y en esta característica radica la diferencia entre el dictamen emitido como opinión y el veredicto que sustenta un fallo. 

Hay diversas formas de opiniones, acordes al interés de lo que lleva a hablar o expresa un pensamiento. Las hay responsables y por ello fiables en tanto que son el resultado de un estudio, de la observación atenta y la consulta minuciosa.

De igual manera las hay especulativas cuyos conceptos no son más que presupuestos, por ello soportados en creencias, ideaciones, en deseos y murmuraciones. Por lo mismo nada fiables. Existen opiniones vagas, juicios elaborados más por capricho que por el interés de demostrar la validez o la nulidad de lo que ha lleva a dar a conocer su valor.

Por todo esto es recomendable mantener siempre presente que una opinión como tal no es más que una aseveración o proposición en la que se admite la existente posibilidad de un error puesto que quien opina debe de tener el carácter para admitir la posible existencia de errores y por lo mismo no puede contar con certeza de nada. Beneficio que no puede gozar todo aquel que platea una sentencia determinante de una pena o castigo, porque de hacerlo iría en contra del sentido de la justicia que compromete la moral de quien juzga porque es su deber valorar la falta y a quién  la comete.

La calumnia no es una opinión porque, cuando se señala a una persona para comprometerla con actos o pronunciamientos que nunca ha cometido, simplemente se acusa con mala fe o mala intención. A toda persona honesta no se le va a dar la gana de emitir juicios tan solo con el propósito de poner en riesgo desde la integridad física hasta la moral de la persona objeto de las afirmaciones mendaces.

Una calumnia está lejos, pero muy lejos de la opinión, por que quien calumnia asevera, no permite que se dude de la validez de cuanto afirma y muestra, ni demuestra   interés alguno en medir los grados de fiabilidad de las fuentes de donde ha obtenido eso que el calumniador llama pruebas y fundamentos de sus acusaciones. Por lo que no hay que olvidar que el juicio emitido en una opinión no es ni debe ser una condena.

Cuando se convierte la opinión en un surtidor de señalamientos, todos ellos dados a conocer con en la intención de causar daño, simplemente se miente y la una mentira es una calumnia. ricardosarasty32@hotmail.com