Nuestra realidad nacional

Los Evangelios nos enseñan que Jesús de Nazaret no andaba en las nubes predicando, sino que se encarnó en unas realidades históricas muy concretas y presentó, como centro de su actividad, el ideal del Reino de Dios, que es santidad y gracia, verdad y vida, justicia, amor y paz.
Padre Narciso

POR: P. NARCISO OBANDO

Los Evangelios nos enseñan que Jesús de Nazaret no andaba en las nubes predicando, sino que se encarnó en unas realidades históricas muy concretas y presentó, como centro de su actividad, el ideal del Reino de Dios, que es santidad y gracia, verdad y vida, justicia, amor y paz.

Por ello, nuestro deber como cristianos es seguir ese camino, ya que no podemos pasar indiferentes ante la realidad social, política y económica que vive actualmente nuestro país. Hoy vemos la tristeza y desesperanza de tantas personas que sufren, sobre todo por la carestía de los artículos de primera necesidad, la violencia e inseguridad que se han adueñado de casi todos los territorios del país.

A pesar de las desafiantes realidades que enfrentamos, como la campante corrupción, la violencia, el crimen, la violación de los derechos humanos, la mentira, el desplazamiento forzado, el aumento de la pobreza y la polarización social e ideológica, nuestra tarea es luchar para que la paz ocupe el lugar de la violencia, la rivalidad abra paso a la reconciliación y el egoísmo a la caridad, para que la unidad supere a la división, la verdad a la mentira, la justicia a la impunidad y la vida a la muerte.

Sabemos que es imposible ignorar los múltiples escenarios, en los que por doquier parecen campear signos de muerte, pero tampoco podemos caer en desánimos pesimistas que podrían infectarnos de miedos y secuestrar nuestra esperanza.

Tampoco se puede negar ni minimizar los signos de esperanza que encontramos en nuestro país, como la disposición para trabajar por un mejor país de la mayoría de los compatriotas, los esfuerzos de las familias para salir adelante, el deseo de progreso de muchos niños y adolescentes, el esfuerzo de todos para superar los estragos de las alzas en los diferentes sectores de la economía.

Sigamos animando a todos nuestros hermanos a avanzar con paso firme y decidido, unidos en la fe, la esperanza y la caridad, sobre todo hacia nuestros hermanos más necesitados, ejerciendo sin fatiga el valor supremo de la misericordia. Necesitamos recobrar el fervor y la frescura pascual de la primera comunidad cristiana, teniendo “un solo corazón y una sola alma”.

La Iglesia de Jesús tiene que ser samaritana, misericordiosa, atenta a las periferias personales y existenciales. Es el ejemplo de Jesús y no podemos traicionarlo. Si nos concentráramos sólo en los ritos religiosos, seríamos como los sacerdotes y levitas del Antiguo Testamento, a quienes no importó el pobre tirado en el camino, asaltado y abandonado.

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Tú, que eres Iglesia, ¿qué puedes hacer para que la paz y la justicia reinen en tu familia, en tu barrio, en tu pueblo, en tu comunidad? No digas que no te importa lo que está pasando. En próximos meses nuestro país vivirá una nueva jornada electoral, en la cual debemos escoger muy bien cuál de las opciones ayuda mejor a enfrentar los graves problemas que estamos padeciendo, sobre todo la carestía, la inseguridad y la destrucción de la familia.

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