Ricardo Sarasty

NO SE DESGASTE ODIANDO

Por Ricardo Sarasty

Usted o yo o aquel que va por ahí puede estar o no estar de acuerdo en alunas cosas o con todo lo que haga, no haga, piense o no piense esta o aquella persona, si se acepta el principio relativista expresado por Protágoras, el hombre es la medida de las cosas que son y de las que no son, nadie está obligado a concordar con todos en todo, sin que esta postura tenga verse y valorarse como obstáculo para la convivencia, cuando si se tiene a bien comprenderla puede ayudar a establecer consensos en donde se requieren de verdad, claros y sinceros. Allí en donde la razón es quien regula los comportamientos y no la religión ni los sentimientos no existe el pretexto para el odio profundo porque no lo hay tampoco para el amor desmedido, que es la actitud con la cual cualquier ciudadano debe mantenerse atento frente a las personas con las cuales, directa o indirectamente, interactúa en la cotidianidad sin que medie obligatoriamente la admiración incondicional o el desprecio total. Por lo tanto, es un derroche, sin sentido alguno, de sentimientos y pasiones el amar u odiar a quien se tiene que evaluar no por cuanto afecta los deseos, las necesidades, los gustos, los miedos y las alegrías personales, si no por lo que es capaz de hacer y lo hecho o no realizado, por su capacidad o por la inaptitud demostrada en los errores cometidos durante o al final de cualquier obra.

Entendido el amor como la alegría causada por una acción o suceso proveniente de algo ajeno a nosotros, que no necesariamente tiene que ser una persona. La critica al artista, al deportista y a cualquier personaje que somete su quehacer al escrutinio público en calidad de profesional y como tal ha obrado, no se la realiza para que necesariamente lo amen todos aquellos que disfrutan los resultados de su labor o, por lo contrario, lo abominen los que sientan disgusto ante su trabajo. Por lo mismo, nadie está obligado ni tiene porque asumir como un deber el amar a Botero o Gabriel García Márquez, a Simón Bolívar, al científico Patarroyo, al Pibe Valderrama o Nairo Quintana, a cualquiera de los personajes icónicos de nuestra cultura, de la historia o a cuanto han hecho, todos ellos y muchos más despiertan admiración y la alegría causada en cada uno de los que aun se sienten bien afectados por sus realizaciones no es sino su gloria. Por ello mismo es más que tonto convocar a aborrecer a cualquiera de ellos de parte de los que no comparten la importancia de sus realizaciones y solo encuentran en ellas defectos y errores o simplemente las consideran cuando no nocivas, insignificantes.

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Lo contrario de la gloria es la vergüenza y proviene de la tristeza sentida ante el malestar o la insatisfacción que un producto causa en quienes la reciben. Y claro que están llamados a avergonzarse los ingenieros ante las ruinas de unas obras que no duraron la cantidad de años para los cuales fueron construidas. Sin embargo, aparte de exigir que se los llame a responder por la multimillonaria inversión despilfarrada en su construcción, no debo ni tengo porque odiarlos. En tanto que la alegría que me conmueve cuando la selección Colombia gana, o una película colombiana es premiada en el extranjero o la ley aprobada me beneficia mejorando la calidad de vida, mas que llevarme a sentirme enamorado por los autores de los goles, del film o de la ley, debo de sentirme satisfecho de ser colombiano o por haber elegido bien. Si, por lo contrario, la tristeza me perturba ante un resultado no esperado, más que odiar a las personas responsables de él, debo arrepentirme de haber confiado en ellas.  ricardosarasty32@hotmail.com