POR: Víctor Rivas Martínez.
Hace un mes, en el municipio de Policarpa aquí en Nariño, en redes sociales y en los medios de comunicación televisivos, con asombro observamos como un par de sicarios, a plena luz del día, sin miedo ni temor alguno, en la plaza principal de ese municipio atentaron a sangre fría contra dos policías quienes tranquilamente se desplazaban por sus calles.
Como de costumbre salieron las autoridades civiles a anunciar que: “Habrá investigaciones para que, a los responsables de este atentado, como los que cotidianamente ocurren en el país, sean capturados y castigados ejemplarmente”. Para completar la letanía, manifiestan que se reforzarán los puestos de policía y se aumentará el pie de fuerza.
Como dice un periodista de RCN local, puro bla, bla, bla, y de aquello nada.
Sin duda que estos actos demenciales, no solamente se hacen para alterar el orden público, sino también con el propósito de sabotear el clima de paz total que el gobierno del presidente Petro, está proponiendo al país.
El viernes de la semana pasada, en el corregimiento de San Luis, cerca al municipio de Neiva, en otra de tantas acciones violentas, probablemente de las disidencias de las Farc, asesinaron a 7 policías, de los cuales 3 eran auxiliares de 18 a 20 años; jóvenes a quienes le quitaron su vida en primavera.
Sin duda que estos actos demenciales, no solamente se hacen para alterar el orden público, sino también con el propósito de sabotear el clima de paz total que el gobierno del presidente Petro, está proponiendo al país.
Los policías asesinados, son padres de familia, esposos, hermanos e hijos de esta martirizada patria, que prestan sus servicios para proteger a los demás colombianos. Ellos no tienen la culpa de la corrupción y de las desigualdades sociales y económicas por las que atraviesa el país. Muchos prestan sus servicios de policía, porque les gusta ser útiles a la sociedad de esta forma. Otros, están allí, porque no encuentran otra forma de ganar su sustento y el de sus familias, así sea arriesgando su propia vida.
Hoy ser policía, es ser carne de cañón de la delincuencia. Desde esta columna hacemos votos y haremos esfuerzos para avanzar en la consolidación de la paz, para que se proteja la vida de estos servidores y del país en general.

