Como vivimos en una aldea planetaria en la que en tiempo real nos articulamos todos, por ejemplo, con la caída de las bolsas de valores en el Japón y con las guerras en el lejano Oriente, asistimos a la guerra de amenazas entre Rusia y China aliados económica, tecnológica y militarmente para enfrentar a la Organización del Tratado Atlántico Norte OTAN de Europa, aliada de los EE.UU por el gas y el petróleo de Ucrania y de otros países.
Los rusos están enojados porque la OTAN le está tendiendo un cerco militar con en el vecindario con ex miembros del sistema Socialista, como ahora con Ucrania. En contrapartida, Rusia amenaza montar bases militares en Cuba y Venezuela, para desde ahí, mostrarle misiles a los EE.UU. No hay novedad en la geopolítica mundial, ni siquiera la de Colombia como aliado lambón de los EE.UUU que ya está disparando cohetes contra Caracas para congraciarse con los gringos como lo hizo en Corea e Irak, y así distraernos de nuestra propia guerra en las fronteras con Venezuela, con Ecuador, con el mar Pacífico y en la cordillera nariñense, como se registró esta semana en Ricaurte, El Charco y zona rural de Tumaco.
«Todas las guerras tienen un trasfondo económico que consiste en repartirse en forma violenta las fuentes de riqueza».
La respuesta del gobierno es la misma de siempre: “consejo extraordinario de seguridad” y pare de contar. El problema no es de orden público sino de orden social y económico; pues mientras el narcotráfico sea la economía más rentable, siempre habrá razones para la guerra. Todas las guerras tienen un trasfondo económico que consiste en repartirse en forma violenta las fuentes de riqueza.
Con justa razón Ivonne Quiñones candidata del Pacto Histórico por Nariño a la Cámara de Representantes como lideresa social y de la defensa de la vida desde Tumaco denuncia que los principales empleadores en la costa nariñense son los grupos armados, que los habitantes de esa promisoria pero abandonada región, se consideran secuestrados, no solo por las guerras, sino también por la pobreza, el atraso, el abandono, la corrupción y el ecocidio. Duele reconocerlo, pero es la verdad que pude certificar en mi libro escrito en el 2005 titulado: “Pacifico en llamas” donde advertí que esa guerra seguiría.
Lo más grave: la indiferencia de los nariñenses y de los mismos costeños.
pOR: Chucho Martínez

