Por: Jhorman Montezuma
En Nariño arrancó nuevamente el ciclo de inscripciones y precampañas, y con él reaparece un fenómeno ya conocido: los políticos de turno vuelven a solicitar el respaldo de la ciudadanía como si las deudas, los silencios o las ausencias de los últimos años no existieran. Esta época suele traer discursos renovados, pero pocas autocríticas y menos resultados visibles.
El primer nombre que aparece en el escenario es el de Alejandra Abasolo, exasesora del despacho del gobernador Luis Alfonso Escobar. Hoy busca un escaño en la Cámara de Representantes, respaldada –según se percibe en los círculos políticos– por una maquinaria institucional que podría catapultarla en la contienda. La pregunta es si ese impulso provendrá de resultados o simplemente del peso del poder regional.
Por otro lado, el representante Erick Velasco, quien en 2022 llegó impulsado por la energía del estallido social y la esperanza de los jóvenes, ahora enfrenta una crítica frecuente: su presencia en Nariño parece limitarse a las fiestas y fechas especiales, pero no al impulso de proyectos estructurales para el departamento. Lo que alguna vez fue una bandera de cambio terminó, según muchos líderes sociales, absorbido por la lógica tradicional de la política y sus alianzas.
A esto se suma su cercanía con figuras como la senadora Liliana Benavides y con sectores que controlan parte de la contratación pública. Esa mezcla de poder, burocracia y relaciones estratégicas podría garantizarle votos, pero no necesariamente confianza ciudadana.
También entra en escena el exgobernador Jhon Rojas, quien busca regresar al Congreso en disputa directa con la representante Teresa Enríquez. Ambos recorren los municipios, muestran gestiones y proyectos en redes sociales, y movilizan a sus equipos políticos. Sin embargo, queda por ver si su trabajo reciente es suficiente para asegurar una curul en un escenario electoral más fragmentado y desconfiado que nunca.
En paralelo aparece Julio Aníbal Álvarez, actual diputado, que pretende dar el salto hacia la Cámara. Su aspiración se apoya en sectores aliados a la Alcaldía y la Gobernación, así como en una red de contratistas que históricamente ha jugado un papel decisivo en campañas locales. Su reto será demostrar que su proyecto político va más allá de respaldos burocráticos.
Así avanza la contienda: desfiles, tamales, buñuelos y reuniones en cada barrio. Empieza la temporada en que todos prometen, todos saludan y todos regresan. Pero la ciudadanía también recuerda.
La verdadera pregunta para estas elecciones de 2025 es si Nariño seguirá eligiendo desde la maquinaria o si apostará por propuestas reales que atiendan sus profundas necesidades. Porque entre la inscripción y el olvido, lo único que no debería perderse es la memoria del votante.

