Por: Pablo Emilio Obando A.
El humanista Andres Hurtado García – viajador incansable, paisajista y trotamundos- escribía en el año de 1991 que «Nariño es el departamento más bello de Colombia. Primer superlativo de una serie que podría prolongarse…». Y, efectivamente, puede prolongarse debido a sus encantos, maravillas y misterios.
Por primera vez en la historia de Colombia el turismo superó a renglones tradicionales de nuestra economía, alcanzando cifras importantes y de profundo significado en su contexto comercial, hotelero, gastronómico y social.
No queda duda alguna, ante la ausencia de grandes capitales que nos rediman en materia industrial, el camino más viable lo encontraremos en iniciativas turísticas que se pueden desarrollar e implementar a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Se requiere voluntad, visión y compromiso por parte de alcaldes, empresarios e inversionistas. El turismo es generador de grandes ganancias que redundan en el desarrollo de los hombres y los pueblos.
Además se debe presentar iniciativas que susciten unidad regional entre municipios. Tanta belleza superlativa no pude quedarse en pequeñas acciones de una ciudadanía que armada de fe y valor improvisa pequeños miradores, restaurantes y alojamientos.
Debemos pensar de manera diferente y «superlativa». Transformar e impactar en nuestras bellezas naturales, aprovechar nuestros grandes cañones, vender nuestros climas y paisajes mediante la construcción de significativas estructuras que se eleven sin miedo ni timidez.
Nos queda la mejor alternativa para superar los altos índices de pobreza regional. En nuestros alcaldes y altos funcionarios depositamos la confianza que se requiere para hacer de esta «maravilla superlativa» un destino que nos convoque al diseño de un Nariño Inagotable y próspero.

