Por: Alejandro Reyes.
“Allí donde crece el peligro crece también lo que nos salva”
Fragmento del poema Patmos de Friedrich Hölderlin
Mientras padecemos las dificultades de una crisis más que anunciada, se consolida con mayor certeza la incapacidad de la representatividad como mecanismo de gobierno de la democracia en Nariño. La incapacidad declarada del gobierno departamental y los gobiernos municipales para asistir de manera preventiva las vulnerabilidades sociales, económicas y culturales al cambio climático dejan más preguntas que respuestas en una sociedad sumida en la reactividad.
2022 fue un año de grandes dificultades relacionadas con la débil gestión del riesgo, particularmente influenciado por el asedio de fenómenos como el de la niña y las transformaciones a los ciclos de precipitación que con ella se acaecieron. 2023 arranca con el mismo panorama, en el caso de Guaitarilla más de 4 mil personas resultaron afectadas por las inundaciones que asediaron a la cabecera municipal, poniendo en jaque a la población y estableciendo la urgencia de que los municipios del departamento actualicen su ordenamiento territorial.
Es común en Nariño ver sobre todo una gestión del riesgo reactiva, apagando incendios cuando se pudieron prevenir, desenterrando cuerpos cuando se pudieron reubicar, entregando kits de cuanta cosa se pueda, en pocas palabras, resolviendo las consecuencias y no las causas. ¿Es posible que un departamento con la vulnerabilidad que tiene Nariño asuma la gestión del riesgo de forma preventiva? Puede y debe, ante todo por el gran costo de atender las consecuencias y el poco efecto que esto tiene para resolver las causas, malgastando el er ario público y sumiendo cada vez más a los ciudadanos en la pobreza y el riesgo.
Se aproximan las elecciones de alcaldías, consejos, asamblea y gobernación departamental, anhelo para los pueblos nariñenses una decisión para nuestros territorios abrigada en la sabiduría de la experiencia y no en la ya conocida manipulación del hambre con la que suelen obligar a votar a los ciudadanos por los feudos políticos de siempre, aquellos que tienen sumido al departamento en una crisis que pudo evitarse si estuvieran preocupados por gobernar y servir a este maravilloso departamento, más que por servirse a ellos mismos.
Ojalá esta sabiduría llegue con la consciencia de comprender que es momento de dirigir directamente los destinos de este poderoso sur, y aquí donde hoy crece la dificultad, crece también la capacidad de los nariñenses para adaptarse y empezar a levantar la cabeza hacia un futuro que permita el ejercicio directo de los derechos y deberes democráticos de estos pueblos capaces, inteligentes, y sobradamente trabajadores, es momento de construir el porvenir, sacudir los viejos fantasmas del pasado, y quitar los ojos del retrovisor para centrarse en lo que se aproxima.

